Invadidos por el espíritu navideño y la cruda resultante –y ya casi por terminar el Guadalupe-Reyes-, este país se ha inundado de ruido, basura por supuesto, pero aún más importante: de vomito. Con las tentaciones de San Fornicio y San Gulicio acechándonos detrás de cada posada, de cada grito, de cada cuete lanzado por estos terroristas disfrazados de niños, existe un dolor indescriptible, el de las anoréxicas y bulímicas que al no poder resistirse a la tentación de los romeritos, las tostadas de pata, el tradicional (ya ven que somos gringos wanna be) pavo relleno de cuanta madre se le ocurra a nuestra progenitora, se ven en la odiosa necesidad de autodestruir su cuerpo y con él, su autoestima. Hablemos pues del culto al cuerpo.
Y es que resulta increíble el poder que ejerce la sociedad sobre las personas, sobre todas en general, pero particularmente sobre las adolescentes. Con esta retrograda idea de belleza que transmite Televisa y Televisión Azteca y cualquier revista en general, nos estamos llenando de jóvenes con ganas de morirse y eso, sin duda, es lo peor que le puede pasar a una sociedad que se dice civilizada y moderna. Es la evidencia tajante de cómo hemos fallado como padres, la evidencia de que mientras nuestros hijos andan quién sabe dónde y quién sabe con quién y quién sabe haciendo qué, nosotros estamos felices en la casa, sentados, descansando de la chinga de todo el día, sin ser molestados por los reportes de la secundaria o la primaria o lo que sea, estamos ahí, cómodamente mientras no vengan a chingarnos que quieren dinero. Y por supuesto que merecemos descanso, no es fácil salir a ganarse el dinero, pero cuando priorizamos los bienes materiales y la acumulación de riqueza, en mayor o menor medida, renunciamos al derecho a preguntar: ¿por qué a mí Dios mío?, el día que encontremos a nuestros hijos muertos en sus camas por una sobredosis de antidepresivos o en el baño con las venas abiertas de lado a lado o colgados en el closet de la recamara, no preguntemos por qué. Si señores, porque pensamos que mientras les entreguemos el dinero suficiente para vestirlos, “educarlos” y cubrir alguno que otro lujo estamos cumpliendo; estamos completamente equivocados y no tenemos idea del daño que les hacemos. Porque preferimos salir a echarnos unas chelas con el compadre, mientras nuestras hijas ven la novela de las seis, Rebelde o la que sea que transmitan, donde abiertamente se discrimina, por clase, raza o credo, y que esos pendejos a su vez, piensan que por poner un personaje buena onda que si le habla a la chava morenita, jodida, que viaja en pecero al colegio, donde esta becada, están poniendo el ejemplo, están hasta la chingada de pendejos, pinches retrogradas analfabeta. Pero con todo y eso, los ejecutivos de cualquier televisora pueden poner la jeta de su mamá intentando cagar con un estreñimiento de tres días si se les da su chingada gana, al final, los responsables seguimos siendo nosotros, por no poner atención en lo que ven nuestros hijos, por no enseñarles a diferenciar la realidad de la ficción. Nosotros somos los responsables de la depresión de nuestra hija porque ella es la única de todas sus amigas que no tiene un IPod o una Lap Top con foquitos y musiquita o el chingado celular que lo único que le falta es aprender a servir café. Por su depresión de que es gordita y vive en el Morelos o en la López Portillo y no en Los Bosques o en el Campestre. O de nuestro hijo, porque la güerita de la clase no lo pela porque siempre llega con la ropa manchada de grasa, porque en su casa no alcanza el dinero, porque su papá prefiere pagarle unos tequilas a las putas del burdel más cercano, que comprarle -de jodido- una plancha a su mujer que ya camina toda jorobada de tanto planchar ajeno cuando los dolores de las madrizas que le puso el muy macho éste, la dejan trabajar y siendo que además de todo esto es ella la que realmente mantiene el hogar. Ahí esta la verdadera bronca, cuando las niñas quieren copiar un modelo de vida, que les han vendido como el deseado, el optimo, como el si-no-te-vistes-o-hablas-o-te-mueves-de-una-manera-vete-a-la-chingada, pues ni madres, que sean ellos los que se van a la chingada. A mi me encanta verme al espejo y decir: que contento estoy conmigo, a decir: que chingón culo tengo. Pues señoritas de buen culo, cuídenlo y no se lo anden dando a cualquiera o si dénselo, al final a mi me vale madre, lo que si no se pueden permitir es perder ese tremendo culo que la mano de dios, del wey del gimnasio que las entrena, o del pinche cirujano plástico que las opero les dio, porque sin él no valen madre, no tienen más valor que una pinche bolsita de gansito tirada y hasta despreciada por los perros.
Y ahora, en la navidad, hermosa época para contagiar a todos con nuestro amor, con nuestra humildad que tan bien aprendimos del pinche carpintero ese, lo que más hacemos es criticar a la gordita de la oficina cuando se come su duro preparado con cueritos y crema y nos reímos a su espalda, porque ese suéter que trae puesto la hace ver, aún más gorda. Y nosotros hombres, que no nos quedamos atrás en el asunto de la crítica y que nos cagamos de la risa del pobre de Manuelito, el del aseo, sí, Manuelito el de intendencia que siempre nos echa la mano y nos habla de licenciado cuando ni la puta preparatoria terminamos, el que limpia el café que derramamos en el escritorio porque ni eso podemos hacer, de él nos burlamos porque llegó a la posada de la empresa y se llevo su comida a su casa en platitos desechables, para compartir esa cena con quienes si lo quieren, con quienes no lo humillan por no saber leer o escribir. Qué chingona es la navidad, qué chingones sentimientos despierta en la gente.
Y ahí estamos pretendiendo ser quienes no somos, matándonos en el gimnasio para tener el abdomen de Brad Pitt o las nalgas de Jennifer López, bueno a mí me encantaría tener las nalgas de Jennifer López, el caso es que ahí están todos tragando pastillas y alimentos bajos en grasas y carbohidratos y llevando nuestro cuerpo a un estado lastimero. Vemos jovencitas de 18 años que pesan lo mismo que una de 10 y luego sale una artista con el cerebro de… perdón, es que cualquier animal o planta tiene más cerebro que ella; sale Mariha Carey, diciendo que envidia a las africanas por lo esbelto de su figura, chingas a tu madre puta retrograda, ojala y de la Estación Espacial Internacional suelten un retrete y te caiga en la cabeza para que por fin te pongas un accesorio que si te combine con lo que tienes por cerebro. Que tristeza que nuestras hijas e hijos, estén imitando a estas personas o a Britney o quien ustedes quieran. Pero, otra vez, el día que sepan que su hija apareció en You Tube en una orgía africana mientras se la cogían 8 negros y ella quedo embarazada y no sabe ni de quien, ese día no nos lamentemos y preguntemos por qué, nosotros sabemos por qué, es más, nosotros somos los responsables de ese por qué. Feliz año nuevo y todas las mamadas de rigor.
Y es que resulta increíble el poder que ejerce la sociedad sobre las personas, sobre todas en general, pero particularmente sobre las adolescentes. Con esta retrograda idea de belleza que transmite Televisa y Televisión Azteca y cualquier revista en general, nos estamos llenando de jóvenes con ganas de morirse y eso, sin duda, es lo peor que le puede pasar a una sociedad que se dice civilizada y moderna. Es la evidencia tajante de cómo hemos fallado como padres, la evidencia de que mientras nuestros hijos andan quién sabe dónde y quién sabe con quién y quién sabe haciendo qué, nosotros estamos felices en la casa, sentados, descansando de la chinga de todo el día, sin ser molestados por los reportes de la secundaria o la primaria o lo que sea, estamos ahí, cómodamente mientras no vengan a chingarnos que quieren dinero. Y por supuesto que merecemos descanso, no es fácil salir a ganarse el dinero, pero cuando priorizamos los bienes materiales y la acumulación de riqueza, en mayor o menor medida, renunciamos al derecho a preguntar: ¿por qué a mí Dios mío?, el día que encontremos a nuestros hijos muertos en sus camas por una sobredosis de antidepresivos o en el baño con las venas abiertas de lado a lado o colgados en el closet de la recamara, no preguntemos por qué. Si señores, porque pensamos que mientras les entreguemos el dinero suficiente para vestirlos, “educarlos” y cubrir alguno que otro lujo estamos cumpliendo; estamos completamente equivocados y no tenemos idea del daño que les hacemos. Porque preferimos salir a echarnos unas chelas con el compadre, mientras nuestras hijas ven la novela de las seis, Rebelde o la que sea que transmitan, donde abiertamente se discrimina, por clase, raza o credo, y que esos pendejos a su vez, piensan que por poner un personaje buena onda que si le habla a la chava morenita, jodida, que viaja en pecero al colegio, donde esta becada, están poniendo el ejemplo, están hasta la chingada de pendejos, pinches retrogradas analfabeta. Pero con todo y eso, los ejecutivos de cualquier televisora pueden poner la jeta de su mamá intentando cagar con un estreñimiento de tres días si se les da su chingada gana, al final, los responsables seguimos siendo nosotros, por no poner atención en lo que ven nuestros hijos, por no enseñarles a diferenciar la realidad de la ficción. Nosotros somos los responsables de la depresión de nuestra hija porque ella es la única de todas sus amigas que no tiene un IPod o una Lap Top con foquitos y musiquita o el chingado celular que lo único que le falta es aprender a servir café. Por su depresión de que es gordita y vive en el Morelos o en la López Portillo y no en Los Bosques o en el Campestre. O de nuestro hijo, porque la güerita de la clase no lo pela porque siempre llega con la ropa manchada de grasa, porque en su casa no alcanza el dinero, porque su papá prefiere pagarle unos tequilas a las putas del burdel más cercano, que comprarle -de jodido- una plancha a su mujer que ya camina toda jorobada de tanto planchar ajeno cuando los dolores de las madrizas que le puso el muy macho éste, la dejan trabajar y siendo que además de todo esto es ella la que realmente mantiene el hogar. Ahí esta la verdadera bronca, cuando las niñas quieren copiar un modelo de vida, que les han vendido como el deseado, el optimo, como el si-no-te-vistes-o-hablas-o-te-mueves-de-una-manera-vete-a-la-chingada, pues ni madres, que sean ellos los que se van a la chingada. A mi me encanta verme al espejo y decir: que contento estoy conmigo, a decir: que chingón culo tengo. Pues señoritas de buen culo, cuídenlo y no se lo anden dando a cualquiera o si dénselo, al final a mi me vale madre, lo que si no se pueden permitir es perder ese tremendo culo que la mano de dios, del wey del gimnasio que las entrena, o del pinche cirujano plástico que las opero les dio, porque sin él no valen madre, no tienen más valor que una pinche bolsita de gansito tirada y hasta despreciada por los perros.
Y ahora, en la navidad, hermosa época para contagiar a todos con nuestro amor, con nuestra humildad que tan bien aprendimos del pinche carpintero ese, lo que más hacemos es criticar a la gordita de la oficina cuando se come su duro preparado con cueritos y crema y nos reímos a su espalda, porque ese suéter que trae puesto la hace ver, aún más gorda. Y nosotros hombres, que no nos quedamos atrás en el asunto de la crítica y que nos cagamos de la risa del pobre de Manuelito, el del aseo, sí, Manuelito el de intendencia que siempre nos echa la mano y nos habla de licenciado cuando ni la puta preparatoria terminamos, el que limpia el café que derramamos en el escritorio porque ni eso podemos hacer, de él nos burlamos porque llegó a la posada de la empresa y se llevo su comida a su casa en platitos desechables, para compartir esa cena con quienes si lo quieren, con quienes no lo humillan por no saber leer o escribir. Qué chingona es la navidad, qué chingones sentimientos despierta en la gente.
Y ahí estamos pretendiendo ser quienes no somos, matándonos en el gimnasio para tener el abdomen de Brad Pitt o las nalgas de Jennifer López, bueno a mí me encantaría tener las nalgas de Jennifer López, el caso es que ahí están todos tragando pastillas y alimentos bajos en grasas y carbohidratos y llevando nuestro cuerpo a un estado lastimero. Vemos jovencitas de 18 años que pesan lo mismo que una de 10 y luego sale una artista con el cerebro de… perdón, es que cualquier animal o planta tiene más cerebro que ella; sale Mariha Carey, diciendo que envidia a las africanas por lo esbelto de su figura, chingas a tu madre puta retrograda, ojala y de la Estación Espacial Internacional suelten un retrete y te caiga en la cabeza para que por fin te pongas un accesorio que si te combine con lo que tienes por cerebro. Que tristeza que nuestras hijas e hijos, estén imitando a estas personas o a Britney o quien ustedes quieran. Pero, otra vez, el día que sepan que su hija apareció en You Tube en una orgía africana mientras se la cogían 8 negros y ella quedo embarazada y no sabe ni de quien, ese día no nos lamentemos y preguntemos por qué, nosotros sabemos por qué, es más, nosotros somos los responsables de ese por qué. Feliz año nuevo y todas las mamadas de rigor.
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