lunes, 7 de diciembre de 2009

Los Límites del Control

Es muy interesante, hace mucho tiempo Cortázar escribió que todo podía comenzar con una cajita de cerillos, por mi parte, recientemente escribí un cuento en donde todo comienza precisamente con una cajita de cerillos, imaginen mi sorpresa cuando me encuentro con una película en donde todo gira alrededor de una cajita de cerillos.
Los Límites del Control, la más reciente película de Jim Jarmusch, es la historia de un hombre solitario, que en busca de cumplir el trabajo para el que fue contratado se enfrenta a las grandes interrogantes de la humanidad: ¿Qué es la ciencia? ¿Qué es el arte? El cine, la música, la pintura. ¿Dios ha muerto? Todo comienza en un Aeropuerto de París, donde este hombre solitario, se reúne con sus contratantes y recibe las primeras indicaciones de su tarea. Todas ellas (las indicaciones) en una clave a manera de frases inconexas: El universo no tiene centro ni bordes; La vida no vale nada; El que se tenga por grande, que se vaya al cementerio… entre otras. Y tanto este personaje, aparentemente camerunés, como nosotros mismos, no adentraremos en una historia de profundidades inesperadas. Del aeropuerto de París al museo reina Sofía en Madrid, de algún apartamento en Sevilla a algún lugar desértico de México, y sobre todo, una cajita de cerillos; todos estos sitios y elementos, son el escenario que harán de este viaje un navegar en aguas turbulentas.
Los límites del Control es una película grabada completamente sobre planos fijos, con una fotografía engañosa, aparentemente ordinaria (la clave esta en el aparente), haciendo un homenaje claro al cine de Hitchcock. Con una narrativa, que bien pudo haber sido llevada por el maestro David Lynch y una actuación fenomenal por parte de Isaach De Bankolé, y una serie de participaciones especiales, entre las que destacan las de: Luis Tosar, Tilda Swinton, John Hurt, Bill Murray, Gael García Bernal, entre otros; hacen de esta cinta una gran opción para pasar un rato de lo más placentero. Espero disfruten de esta enorme película y después me cuenten que les pareció. Au Revoir!

lunes, 19 de octubre de 2009

El Gran Cronopio

En las últimas semanas he estado bastante sumergido en algunas lecturas cotazarianas y decidí intentar un texto sobre este gigantesco escritor Argentino y Latinoamericano. Aun trabajo en ello, sigo buscando adjetivos, frases que no sean en lo absoluto panfleteras ni melodramáticas. Pero en tanto escribo el punto final de ese texto, quiero compartir con ustedes una carta de Manuel Pereira, publicada hace un par de meses en la revista "Día Siete" con motivo del libro Papeles inesperados:


Desde la puerta entreabierta te vi dormir. Todo empenumbrado. Hundido en la almohada. Eras más barba que cara, durmiendo cuan largo eras. Entonces recordé lo que en una ocasión me dijo Lezama: “Julio padece una envidiable enfermedad llamada efebicia que lo mantiene joven al precio de que sus huesos crecen desmesuradamente”.

Cuando te lo conté, sonreíste con esos dientes separados que te daban un aire de niño malévolo. “Ese es otro de los mitos del gordo cósmico”, dijiste, ya no recuerdo si en la Bodeguita del Medio o viajando al centro de la tierra en las minas de oro de Siuna, o en algún Café del Quartier Latin. Pensando en la anorexia de Gide -me habían dicho que no tenías apetito, que no querías probar nada que tuviera sabores- salí del hospital de Saint-Lazare. Descendí por el faubourg hasta llegar a un arco y desembocar en una calle estrecha como una cuchillada. Calle de carteristas y alunados, en cuyas esquinas hay mujeres con cadenitas en los tobillos enseñando los muslos con ligas rojas o negras, que son los colores de moda para este invierno. Tristes cariátides en venta, en ese París que tu Rayuela me enseño a adivinar. La bofetada del pianista. Las escaleras que huelen a cebolla. Los paraguas negros. Los puentes sobre el Sena. El humo azul de los Gauloises.

París estaba ahí, aunque tú durmieras en el hospital, o más bien por eso mismo, pues ya para siempre esa ciudad será la más acabada escenografía de tu mejor sueño. Queso gruyère, hay un París subterráneo, el que más tu amabas. Delirante Dédalo de los metros, vertiginosa rayuela. Se mete uno por un agujero y sale por otro. Así me perdí esta tarde en que supe la noticia de tu muerte, y me encaminé a tu apartamento de la rue Martel donde estabas tendido. Un ataúd en medio de tu alcoba. Muchos amigos sentados en la sala. No sabía yo que en París velaban a los difuntos en sus casas.

Entrando, a derecha y a izquierda, tus libreros trepando por las paredes. El I ‘Ching y algunos libros sobre boxeo. Y un anaquel dedicado a Cuba donde convienen, entre otros, Paradiso de Lezama Lima, Calibán de Retamar, Las mil vidas del caminante de Luis Rogelio Nogueras, De Peña pobre de Cintío Vitier… En la sala está la discoteca (hay en tu casa más discos que libros) y al lado de tu sillón de cuero, un ejemplar sin abrir de la última edición de Marelle.

Tus últimos momentos parecían sacados de uno de esos cuentos tuyos en los que siempre reconociste la huella necrofílica de Poe. Entonces la ciudad soñada por ti empezó a fluir hacia el cementerio de Montparnasse en lo que fue la mañana más fría de esta temporada. El primero en aparecer fue Oliveira, seguido de Charlie Parker, que llega arrastrando un saxo. El señor de los Anillos salió de debajo de un sauce llorón. Sheridán Le Fanú aterrizó en su dragón volador, Melmoth, el Errabundo, se desenroscó de la flecha de la Sainte-Chapelle trayendo en hombros al bebé Rocamadour.

París se paraliza
Mientras tanto, a orillas del Quai des Grands Augustins, casi debajo del Puente Nuevo (aunque es el más viejo) emergió el Nautilus chorreando agua, y el capitán Nemo saltó a tierra para acudir a tu entierro. Del submarino salieron también Arthur Gordon Pym y Robinson Crusoe con su Viernes, su papagayo y su arcabuz. Corrieron, buscando el sur, por tus calles favoritas (la rue de l’Hirondelle y Git-le-coeur) sin oír las versiones disparatadas de los “bouquinistes” que –de tanto libro viejo que leen- creyeron que Ile de la Cité se había transformado en el Barco Ebrio, siendo así que el Square du Vert-Galant semejaba una proa cubierta de algas y Notre-Dame, una popa cuyos arbotantes eran remos fenicios.

Algo más emerge del Sena para asombro de turistas: es Alejandro Dumas escribiendo en una bañera alrededor de la cual los tres mosqueteros cruzan sus aceros con Nemo, Pym, Crusoe y Viernes, porque quieren llegar antes a la cita contigo. Detrás viene una mujer despacio, una mujer que no proyecta sombra, y se llama Nadja.

Todos van hacia Montparnasse. Y ese “todos” son tantos que se embotella el tráfico y la ciudad deviene un estruendo de bocinazos y silbatos. Dos automóviles chocan, de uno se apea Monzón y del otro, Boutier –ambos en pantalones cortos y con guantes- intercambiando trompadas. Un locutor de radio se queja de que el mestizo estropee la cara tan bella del francés. Todos los teléfonos empiezan a sonar. Las palomas a zurear. Las gaviotas a chillar.

Los cronopios siempre duermen la mañana, pegados a las sábanas. Es por eso que sólo con semejante escándalo han comenzado a desperezarse, asomándose a las claraboyas, trepándose en los techos abovedados, contemplando el fascinante espectáculo de 10 mil automóviles inmovilizados, y es tanta la gente que desesperada se mete en el metro que también estos acaban por atascarse y todo París se paraliza. Hasta el humo de las chimeneas se cristaliza en el aire: los cronopios más listos –entre los que están los clochards- se han percatado enseguida de que algo ocurre en el sur, hacia Montparnasse. Tus boxeadores predilectos han dejado de pelear y ahora corren hacia donde tú estas.

Todo fluye hacia ti, la ciudad entera ha invertido su diseño radiado y ahora todas las rues conducen a Montparnasse. Hasta las ráfagas de viento van a ese rumbo, arrastrando consigo a las gaviotas del Sena, y a las palomas de la Place de la Concorde. Algunos cronopios, perezosos o ingeniosos –que es casi lo mismo- en vez de bajarse de los tejados prefieren tender tablones de ventana a ventana, y así van pasando de un edificio a otro, hasta llegar a Montparnasse.

El juguete rabioso
Todavía hay un metro que funciona: la línea 6, dirección Nation. Funciona porque pasa por Montparnasse Bienvenue. En la estación de Trocadero entran Cemí, Foción y Fronesis –cual de los tres más gordos-: pero están tan trocados –en blanco y Trocadero- que en vez de ir directo hacen correspondencia en La Motte-Picquet, yendo a parar a Odeon, en la línea 10 dirección Gare D’Orleans-Austerlitz. El más sabio de los tres, que es José Cemí, decide tomar la línea 4, dirección Porte D’Orleans General-Leclerc (“¡otra vez Orleans!”, protestan Foción y Fronesis).

“No es lo mismo Porte que Gare”, aclara erudito Cemí. Así lo hacen y salen a la superficie por la boca del metro Raspail. Los tres resollando llegan al mismo tiempo que Dumas en su bañera pensativa, los dos boxeadores, los tres mosqueteros y los náufragos del Nautilus.

En ese momento ocurre lo inesperado. Llegan los siete locos disputándose navaja en mano un juguete rabioso. Hay un hombre mirándolos desde una esquina rosada, su mejilla decorada por una cicatriz rencorosa. El juguete rabioso tiene vida, y salta entre los contendientes, escapándoseles entre las piernas, toda vez que los siete locos miran boquiabiertos al cielo de donde desciende un globo que se posa crujiendo y desinflándose sobre unos plátanos deshojados. De la barquilla se descuelga Phileas Fogg cargando dos gatos, uno que habla alemán y se llama Teodoro W. Adorno; y otro que habla griego y se llama Demóstenes. El juguete rabioso –que carece de contornos precisos- se dilata hasta transfigurarse en un gordo coronado. Todos lo miran perplejos y exclaman algo así como “Hubo un rey” o “Ubu Rey”.

Otra mujer “sola solita”, deambula por el Boulevard Saint-Germain. Se le cae el bolso, se le cae la piel de zorro que cazó su abuelo en Lituania en el siglo XIX, se le cae la fosforera, todo se le cae; es un milagro ambulante. Se sienta a libar un whisky en el Deux-Magots. Es tan maga la Maga que nadie se explica todavía cómo estando tomándose un whisky en el Deux-Magots puede estar al mismo tiempo en Montparnasse, dando paseos ensimismados entre las tumbas.

Dios enfermo
Hay otra mujer apartada, que se apoya en un ángel de mármol con ganas de sollozar, ¿será Glenda, a quien tanto queremos?

Siguen llegando las criaturas de tu sueño interminable, tus más íntimos amigos, entre los que se mezclan autores y personajes en esta especie de huelga contra la muerte. Alguien (o alguienes) que anda(n) por ahí, son Mr. Jeckyll y el Dr. Hyde. Llega en la maquina del tiempo Wells con una flor en la mano. Llega, en una maquina negra –que parece murciélago-, Fantomas. Llega en otra maquinaria aún más inverosímil –porque es sutilmente inútil- Raymond Roussell con el afán de contarte sus impresiones de África.

Otros no tuvieron que venir de tan lejos, porque ya estaban allí esperándote desde años atrás: Maupasant –que no era santo de tu devoción- se aleja de su Bola de Sebo y un corito de famas. Huysmans se para de cabeza, es decir, al revés. Pero, sobre todo, están allí Tzara con su cara de hombre aproximativo y Baudelaire con su albatros.

Al lado de este último –competencia de raras avis- está Poe con su cuervo, haciendo muecas de epiléptico. De pronto aparece Cesar Vallejo, cuya lápida reza: “Nací un día que Dios estuvo enfermo”. Un tal Lucas se desliza al fondo de este grupo. Cocteau llega tarde, envuelto en una nube de humo indescifrable, el gabán desflecado. Desde Nicaragua llega Rubén Darío vestido de mariscal.

Entre los que no han tenido que venir a verte –porque ya estaban allí- aparece la frágil silueta de Carol Dunlop –cámara en mano-, compañera de tu última aventura en la cosmopista que conduce a Marsella, que conduce a la vida, donde ahora estás, Julio, con todos tus invitados en la gran fiesta de la imaginación. Otros irán llegando…

Espero hayan disfrutado de esta bellisima carta, que ejemplifica de manera sublime lo que Cortázar es y representa, si, para Manuel, su amigo; pero también para todos lo que sentimos a Julio (perdonen mi atrevimiento) como uno de nosotros, uno más en las reuniones que gozamos. Estamos en contacto y próximamente compartiré con ustedes esos párrafos que preparo sobre este hermoso Cronopio.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El Hombre Ilustrado

Nunca fui tan aficionado a la literatura de ciencia ficción, pero tengo que confesar que este texto de Bradbury me he dado cuenta de el universo de posibilidades literarias que me he perdido. El Hombre Ilustrado fue el segundo libro de cuentos que publico este escritor norteamericano que con la fama que le había dado Las Crónicas marcianas, pudo posicionarse como un escritor respetado dentro de este tipo de lecturas tan mal valoradas por La Academia de Letras. En este texto, al igual que en el anterior, retoma su interés por los viajes espaciales y por la colonización planetaria. Su fascinación por el llamado planeta rojo es más que evidente, y aprovecha todas las posibilidades creativas que le da su tiempo: La era espacial.

Son 18 cuentos los que conforman este texto, donde los personajes son de lo más variados; desde familias acomodadas y moralmente tradicionales al estilo americano, un cristo extraterrestre, granjeros mexicanos y sobre todo civilizaciones de otros planetas, principalmente del ya mencionado planeta rojo. El hilo conductor de todas las historias es un hombre que aparece de la nada caminando por los terrenos de un agricultor americano, sin dinero ni trabajo y lo peor de todo, sin identidad. Después de una pequeña charla que le sirve al autor como mera introducción, este hombre le revela a su interlocutor su cuerpo completamente tatuado y a su modo fantástico. Sus tatuajes que dejan de ser tales conforme se revelan su procedencia, tienen la facultad de cambiar de lugar y forma durante la noche. El granjero americano -escéptico ante la revelación-, decide espiar a este extraño hombre mientras duerme en el granero donde le brindo alojamiento, y es tal su sorpresa al corroborar que efectivamente los tatuajes -autónomos y conscientes-, le revelan a este personaje las 18 historias, unas mejor logradas que otras pero todas a su manera maravillosas.

En lo personal, me hace un poco de mella el evidente tono moral de la obra. Aunque no estorba en lo absoluto a la hora de construir una crítica solida sobre la conducta humana y mucho menos para lograr construir un futuro apocalíptico en ocasiones pero con atisbos de salvación. Es un libro optimista sin duda, visión que en lo personal no comparto del todo, pero que a su vez, me dejo ver otro tipo de puntos de vista y echar a rodar la pelota de la discusión. A quienes sean asiduos moradores de estas latitudes espaciales y no conozcan la obra, sin duda -pronostico sin miedo a equivocarme, resultara muy gratificante esta obra, y a quienes como yo están alejadas de la Ciencia Ficción les permitirá descubrir una forma de construir el mundo tan valida como cualquier otra.

lunes, 10 de agosto de 2009

La Tía Julia y el escribidor

Recién terminé de leer esta novela que en lo particular me sorprendió gratamente. Nunca había leído nada de este escritor peruano, aunque tenía un par de años persiguiendo alguno de sus textos. No quería abordarlo con sus libros más famosos, que muchas veces sirven de engaño a lectores que buscan algo más que un best seller, que no siempre son malos. Pero en esta ocasión quería abordarlo con algún texto menos conocido. Hasta que cayó en mis manos esta novela, que desde el titulo me resulto sugerente. Desconozco si es una de sus novelas más famosas o más reconocidas, lo que sea que eso quiera decir, pero yo en mi vida la había escuchado nombrar y eso era suficiente para mí.


La novela narra la historia de un estudiante de derecho, trabajador de medio tiempo en una estación de radio local (Lima, Perú), con aspiraciones de escritor y gloria parisina. Personaje sin duda repetido en cientos de novelas, particularmente latinoamericanas, pero no menos lúcido y sí más brillantemente expuesto que en la mayoría de las conocidas por mí. Este estudiante apodado Varguitas o Marito indistintamente, desde el principio logra volverse algo entrañable para nosotros, al verse envuelto en los cientos de problemas propios de su edad y que a nadie extrañan ni sorprenden: el desdén por el mundo, las ganas de salir adelante, de comerse el mundo con ideales de aparador o de Café y el más entrañable, el primer amor. Un amor real, no ilusorio ni siquiera impuesto por la juventud primera, por los años que adolecen de adolescencia, de premura. Y este es el tema de la novela, un amor que no puede llevarse a logro (que al final se logra.. ¿se logra?), un amor acaso incestuoso, un amor por La Tía Julia que a todas luces resulta imposible. Mujer menuda, atractiva (las mujeres siempre son atractivas en las novelas), divorciada y algunos años mayor (muchos para la sociedad arquetípica del Perú y con ella de México y de América Latina en general). Hembra lucida y de sonrisa memorable que lleva a este chico a paramos llenos de diversión y luchas de control entre las sociedades donde pesa más la condición de divorciada, que la misma relación sanguínea (inexistente) o la edad. Excelente retrato sin duda de una cultura que predomina y permea aun en nuestros días de siglo XXI, de nuestra arrogancia tecnológica.



Con la Tía Julia y Varguitas, desfilan también los amigos, las chaperonas que todo lo saben, los familiares despistados que no se darían cuenta de un chaparrón hasta que estuvieran empapados y un escritor de radionovelas que confunde lo mismo los personajes que escribe que los horarios en que trabaja. Pedro Camacho es el nombre del escribidor, quien entre capítulos nos narra sus radioteatros, programas que tienen a la población limeña (perdonen si el gentilicio es incorrecto) al borde de la histeria, al formar parte del desorden de los personajes, cuando se supone que el doctor compulsivo de las tres, a las cinco se convierte en un cura pendenciero y permisivo, que predica con lascivia y comicidad. Sin duda un texto disfrutable de este Nobel escritor, lucido, crítico, Peruano-Latinoamericano, irónico y persuasivo. Un texto sorpresivo (para mí) al llevar una historia de amor imposible a un terreno neutro, alejado de los clichés y los paradigmas tan propios de los libros rosas. Esta es una historia fresca aun hoy a 32 años de su publicación.

miércoles, 29 de julio de 2009

Los nuevos comunicantes

Con el paso de los días más me convenzo de que hemos perdido la costumbre de la palabra. El lenguaje se a transfigurado en una serie de símbolos ilegibles que únicamente logran confundir a los anticuados como yo, que todavía disfrutamos de la sonoridad del lenguaje. ¿Cuál lenguaje? El que sea, no importa. En estos espacios virtuales (de los cuales soy parte, no me escapo) es común encontrar una serie de escandalosas uniones simbólicas que no llevan a ninguna parte y que no comunican nada. "bff", "ynhmpt", "tk1ch", y la mama de Freud. En serio alguien entiende lo que quiere decir esto. Qué ya nadie habla español, no chinguen imagínense a un tipo como Neruda, o Vallejo o Villaurritua o el que ustedes manden diciendo: "Pu3do 3scribir los v3rs0s + trist3s 3sta noch3..." o no sé, cualquier mamada. No joroben tenemos un idioma tan vasto, tan rico, y nos remitimos a usar una pinche serie de símbolos análogos que no dicen ni madres, y todo por un pinche sentido (efímero además) de pertenecer a algo. Ahora el espectáculo de la degradación es lo más solicitado y por ende, lo más vendido. Realities, realities y más realitis. Para bajar de peso, para subir, para hacer amigos, para joder al de al lado, para coger mejor. Humillaciones por dinero, fama, dinero, sexo, dinero, etc...

Hace años cuando uno era adolescente, a lo más que llegabas era a fumar algo de mota para pertenecer al grupo de la secundaria o algo así. Pero al menos sabías quienes eran los idiotas con los que te pretendías juntar. Ahora en esta mamada de SL (sencond life) todo mundo proyecta sus frustraciones a realidades virtuales. No mamen ¿qué demonios quiere decir esto último? Second Life, segunda vida, que no tenemos demasiados pedos en la que tenemos como para encima andar creando una segunda o tercera o 1237438594. No es suficiente con salir medio bien librados de la pubertad, convirtiéndonos en una colección innumerable de patologías bien estructuradas, definidas y medianamente funcionales, como para andar creando seres virtuales seis veces más torcidos que la versión original, bajo pretexto de anonimato.
Qué jodida sociedad estamos creando, una donde nadie existe si no es en un espacio virtual y donde además nadie se comunica. Ahora podemos saber que diablos pasa en el resto del mundo, pero nos hemos apartado de nosotros mismos. Que precio tan alto por obtener un poco más de información, por pertenecer...

Pasenla chido y no hagan caso de las pendejadas que escribo, pase 2 horas viendo MTV y se me cocinó el cerebro.

jueves, 28 de mayo de 2009

Entre sueños

Y ahí estaba de pronto esa niña. Parada en medio de la calle vacía. Ahí estaba nuevamente, con su vestido azul y su paleta de colores. Sus cabellos rubios y rizados estaban inmóviles. Sus grandes y redondos ojos verdes no se cerraban. Ahí estaba parada en medio de la calle. Cobijada por un silencio desgarrador, melancólico. Sola, parada en medio de la calle de pronto, con su vestido azul.

Y un payasito la mira sonriente desde el otro lado de la calle con su traje plateado de mangas azules. Las mangas tienen estrellas plateadas y el traje bolitas azules. Sus cabellos rojos y esponjados tampoco se mueven. Sus grandes y redondos ojos rojos tampoco se cierran y no deja de sonreír. Envuelto en un velo de misterioso terror petrificante. Solo, parado del otro lado de la calle con su traje de colores mira a la niña.

Y en medio de este silencio se quieren y caminan hasta encontrarse en el centro de una habitación blanca, y se quieren. Sonríen. Y bailan juntos por horas una canción no aprendida, con pasos nunca vistos. Y ella lo toma de sus brazos y lo abraza. Sus brazos sin manos. Sus manos que no dejan de emanar un torrente de sangre sin fin. Y ella baila y canta debajo del torrente. Feliz baila y canta. Y bebe su sangre que no es sangre sino jugo de arándano. Y canta y baila y bebe su jugo. Y él se divierte viendo a la niña con su vestido que ya no es azul sino púrpura y la invita a beber de su propio jugo de arándano en el centro de un cuarto negro y tranquilo, donde ahora el pueda bailar y cantar debajo de un torrente sin fin hasta que no existan más ellos ni quien observa estos hechos.

miércoles, 22 de abril de 2009

Mala yerba nunca muere

¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!!!! Que ayuno de letras estoy atravesando. Han pasado muchas cosas desde la ultima vez que les compartí esas masturbadas mentales que llamo "ideas": me reventé la película de Watchman que está de poca madre, me fui al D.F. a los dos conciertos que ofreció Radiohead y sí, efectivamente, como ya lo leyeron en incontables blogs y espacios noticiosos, estuvo de poca madre. Sí, también ya saben que tocaron "Creep" y que en toda la gira se convirtió en la rola indispensable, que hueva por un lado la canción y por otro que todo el mundo, fan o no fan, fan de verdad o fan de "best of..." corearon más esa canción hasta el borde de la lágrima que el mismísimo himno "Paranoid android" o cualquier otra. En fin, estuvieron muy chingones ambos. ¿Con qué me quedo? Con el gigantesco espectáculo de Kraftwerk que nadie habla de ellos, daba la impresión que estaba abriendo Jaguares o cualquier grupito de rocksito chaquetero en español (con la excepción de Café Tacvba), como sea y sí, la neta mis rolas favoritas si las tocaron, tons, estoy muy feliz. La verdad es que tenía pensado escribir toda una reseña, ya saben con fotitos y palabras rimbombantes: "sublime", "espectacular", monumental", y todas esas, pero la neta todos los blogs ya hablaban de eso desde la noche del concierto y mande a la burguer el proyecto. Y luego tuve un buen de pedos en mi vida privada que no vienen al caso contar y un montón de pendejadas más que me mantuvieron alejado de todo contacto humano, pero que parecen comenzar a disolverse en el camino todas y cada una de ellas. Así que pronto estaré compartiendo estos mocos de gripiento que salen de mis falanges al contacto con las teclas del teclado que tanto disfruto al pensar que alguien aún más ocioso que yo se atreve a leerlos. Pásenla chido, nos leemos próximamente.

jueves, 12 de febrero de 2009

cultura-less layt

Ahora que estamos metidos en la vorágine de la cultura “Light”, de las campañas que te invitan a “vivir bien”, ¿vivir bien? ¿Qué madres quiere decir eso? O sea que si no soy blanquito, delgado, alto, con voz imponente y miembro activo o adherente de jodido del PAN, o no sé… del club Rotario o de cualquier madre; no vivo bien. Si no compro la mayonesa baja en calorías, o la marca esa de agua embotellada que no tiene nada, ni sales ni sodio ni nada (en una de esas ya ni siquiera tiene AGUA), no vivo bien. No mamen. Todo este discurso, esta “demagogia” estupidizante, que no persigue otra cosa que uniformar los criterios de toda la bola de tarados que somos en el país (aclaro, México no es la excepción, esto pasa en todo el mundo, nada más que a mi, ahorita, me vale madre el mundo, lo que me importa es mi país). Pero claro, nadie puede salir a la calle a decir esto o escribirlo en un periódico o en cualquier pinche lado porque de inmediato te etiquetan, te señalan de pinche rijoso, izquierdista, y eso si te va bien porque en una de esas te encuentras con un católico, apostólico, romano, yunquísta y de manos limpias que de obradorista no te baja. Uno no puede pensar distinto porque de inmediato te dicen que todo es por tu culpa, el país esta jodido porque piensas diferente, y peor si fumas, ya ven que ahora los fumadores estamos por debajo de los leprosos o infestados en la cadena de indeseables, puta madre es que me caga que fumen a mi lado cuando estoy comiendo, pues si, pero a mí también me caga la madre que coman cuando estoy fumando y no les digo ni madres. ¡Ah! Pero esos cabrones de la Cámara de Diputados o del Senado de la República, no dejan de contaminar con sus pinches coches todo el día, y los de sus guaruras y sus pinches helicópteros, y sus toneladas de basura electoral. No mamen, puta invasión televisiva ya ni chingan, 24 millones de spots televisivos en su campaña, más de 3 mil millones de presupuesto y yo tengo que tomar agua pintada de sabor café en Sanborn’s porque es con refil y no más me alcanza para eso. Pero no lo olviden que con canderel. Lo Light es lo de hoy, bueno la neta es que es lo de siempre, pero a mi me vale madre, yo digo que es lo de hoy nada más por pinche arbitrario que soy.

El punto de este desmadre es muy simple, a mí pues de alguna u otra manera poco o nada me importan esas campañas mediáticas que pretenden castrarnos las conciencias con eslóganes optimistas y sumamente pretenciosos, porque una de las cosas que más me laten en la vida es comer. Venga todo lo grasoso, los tacos, nuestros deliciosos tamales, los pambazos, puta que rico, hasta esas madres gringas imitaciones de comida, digo nunca sobra una gigantesca y suculenta hamburguesa tapa arterias, o un perro caliente, caliente, caliente. Y todas esas madres. Pero ahora es cada vez más difícil comer rico sin que te vean feo, sin que te discriminen, sin que murmuren por lo bajo: “mira ese señor no pidió Coca-Cola Light”, o “mira, ese señor no se fija en los carbohidratos de lo que esta comprando” y así una serie de pendejadas que se me ocurren. Pinches retrogradas, toda la vida tragaron lo mismo y jamás, ¡jamás! Les hizo daño, pero como ahora sale en la tele el imbécil del chef Oropeza a decir que según las investigaciones del Doctor en nutrición, Hellman’s, o de la cremosita doctora Philadelphia, comer productos altos en calorías es dañino. No mamen neta saquen a ese wey de la tele, que bajo criterio moral tenemos, ese tarado tiene orgasmos con la cocina, las únicas dos veces que lo he visto (neta nada más lo he visto dos veces) se frotaba el pecho con un nabo o le hablaba al oído a una lechuga orejona, ¡guacala! Siento pena por los invitados que se tienen que tragar lo que prepara ese wey y todavía tienen que poner cara de que esta de poca madre, casi, casi, como los consomés de Doña Carmelita en el mercado de Bethoveen. Por amor al creador (lo que se entienda con esto es responsabilidad de quien lo lee, a quien lo escribe le importa un carajo), regresen a Chepina Peralta, esa doña si tenia criterio culinario y no se fajoneaba a los apios.

Pues bueno, el chiste de todo esto es que, esta onda Light ya llegó a la literatura, bueno, tal vez me pase de buena onda por llamar literatura a eso. El otro día estaba de ocioso leyendo una revista en la cual venía una lista de los 10 libros más vendidos en… no me acuerdo si Gonvill o Gandhi, como sea, el chiste es que en los primeros cuatro lugares esta la vieja esta de Stephenie Meyer, era de librerías Gandhi ya me acordé (la neta es que no me acordé, me paré por la revista). Su serie ésta de vampiros ¡pendejos! Esta vendiendo a lo imbécil, sus vampiros son los Potters de las pubertas. Ya se que la gente dice que leer es bueno sea lo que sea, y que no debería de exigir que leyeran, no sé… al que ustedes quieran, si porque si salgo con mi mamada de decir: “No pos’ lean al Borges, o al Baudelaire, o al Dostoievski, o al orgullo mexica, Don Octavio Paz…” la neta me van a comer vivo y van a salir con sus comentarios de: “¿Apoco tú si entiendes a Borges? Pinche escritorsucho wanna be, apoco tú si has leído a Dostoievski, pinche cazador-recolector” y la idea de todo esto no es que nos estemos midiendo los falos a ver quien la tiene más grande, y no y que yo y que tú, y que quién sabe que. El punto es que esas madres de “Crepúsculo” o el otro… como se llama… “Luna nueva” y esas cosas ni siquiera valen la pena para gastarse sus 200 o 300 varos, porque además los weyes de Alfaguara últimamente se están manchando con los precios, no ameritan el gasto de tiempo en abrirlo y leer ni la página legal. El pedo es que no manchen debo de aceptar que había ido con un padre a confesar una serie de pecadillos, muchos pecadillos y me dijo: “Hijo de Satanás, lujurioso, pecador y cuantos más insultos profanos se le ocurrieron en el momento, estas poseído por la mente diabólica del príncipe de las tinieblas y que me dicta una sentencia apocalíptica: te chutas los libros de esa vieja para la eternidad, en la madre y yo grite como niña exploradora en peligro: ¡¡¡¡¡NNNNOOOOOOOOO!!!!! Y luego ya me desperté. Me leí algunos fragmentos y me di cuenta que la idea de literatura que premia hoy en las aulas de toda secundaria y bachillerato y cuantos más santuarios de estrogenos, hormonas y feromonas haya, es este descarado engaño, este disfraz de historia vampírica que bajo los colmillos esconde a una escritora retrasada mental, que come cosas Light, para nutrir su cerebro Light, porque le interesa seguir escribiendo historias Light.

Como es posible que estemos consumiendo este tipo de “literatura” que no cubre ni los más ridículos estándares de calidad. Historias donde ya no es necesario esforzarse por imaginar el escenario o siquiera visualizarlo. Ya no hay compromiso ni juego, estos adolescentes no se han dado cuenta de que al sumergirse en esta dinámica se están vacunando contra las buenas letras. O creen ustedes acaso que alguien que mida sus pautas de calidad con el libro de “crepúsculo” algún día disfrutaría de “Rayuela” o de “Pedro Páramo” o “Cien años de soledad”… ni en un millón de años. Esta gente se esta yendo –sin percatarse siquiera- al lado oscuro de la fuerza. Y es que el compromiso que uno abordaba con los libros clásicos ya no existe. Bien conocida es la maldición de que todo mundo cita a los clásicos pero nadie realmente los lee, pero cuando llega alguien y le dice a estos jóvenes de 15 o 16 años: “Mira, imagínate que hay un chavo como tu, que le gusta una chica como la que te gusta a ti, que tiene los mismos pedos existenciales que tu tienes (padres ojetees que no te comprenden, no tienes el coche que te late y para acabarla de chingar eres virgen), y que va a una escuela como a la que tu vas, la única diferencia entre ese wey y tu… es que ese wey tiene colmillos y le late andar chupándosela a cualquiera que se deje”. Pues no mamen, cualquier retrograda se siente identificado con esa historia, si nada más porque en todos lados veo que la escritora es la Meyer esa, porque les juro que si me la cuentan en la calle, juro que es la nueva novela de Karla Estrada.

En fin, mis ociosos lectores, espero ustedes no estén atrapados por esa cultura Light que tanto nos esta jodiendo en todos los sentidos, que no se hayan dejado absorber por esa idea EMO-dializada y pendeja de ver la vida. Pero de los “emos” hablaré en otra ocasión, vaya a ser que hiera algunas susceptibilidades, ya ven que de todo se quieren morir los tarados estos. Pásenla chido, y si alguien tiene otra opinión sobre estos libros, no deje comentarios, seguramente ya esta impregnado de esta absurda idea de literatura y no me gusta perder mi tiempo leyendo sandeces como a ustedes, que leen estas pendejadas que escribo.

jueves, 29 de enero de 2009

Melancolías instantaneas

Después de unos días bastante agitados, de ir de arriba para abajo, de un lado para el otro y de andar escuchando lo que no debía, por fin me he podido quedar en mi casa por un par de días sin que suceda mayor cosa. Han sido buenos días, reposo, lectura, un par de películas cursis, en fin, me senté a verme engordar un poco. Y entre que me chingaba una chela y me rascaba la panza, que me doy cuenta de que ya se fue el mes de enero. ¡Puta madre...! ya se fue enero. No se ustedes, pero los que ya pasamos de los 27 años, los que ya a todo le ven cara de 30, donde todo el mundo supone indispensable para dirigirse a nosotros anteponer el pinche apelativo de "señor", "señor por aquí...", "señor por allá...", "señor esto...", "señor lo otro...", nos cae como una inspección en la próstata cada que nos lo dicen. Puta madre ya voy a cumplir treinta años. La cuestión es que me siento más viejo, y luego me vienen estos ataques de demencia senil en donde siento que no he hecho lo suficiente, que estoy desperdiciando mi vida y todas esas madres de curso de superación personal. Y luego me da por evaluar los días andados, por retroceder sobre los pasos y participar nuevamente de los accidentes de la vida, y todas esas mamadas que nos da por pensar cuando nos sentimos viejos.

Por supuesto que cuando digo estas palabras (o cuando las escribo si así lo prefieren), lo hago con la seguridad y la certeza de que "realmente estoy diciendo algo", como si esto verdaderamente significara algo o fuera medianamente importante. Es cierto que llegados los treinta, da la impresión de que los años son de 10 meses, los meses de 20 días, los días de 18 horas, etc., lo que promueve que todo nos sepa o al menos nos de la velada impresión de que todo es más inmediato, no como en la juventud donde todo es tan lejano, siempre es un plan para un día cuando tengamos 30 años. No podemos entrar a un pinche bar "hasta que tengamos 18", no hagas esto hasta... y en fin, una serie de pendejadas que te prohíben porque no tienes la edad. Las consecuencias de eso es que pasamos tanto tiempo pensando en lo que haremos cuando tengamos la edad suficiente para hacer las cosas que queremos, que dejamos de hacer lo que tenemos que hacer. Luego llegamos a los 30 y vemos que la mitad de las cosas que nos interesaban no son ni la mitad de interesantes de lo que suponíamos. A los 30 todo pasa a más tardar en un rango de 15 días. En esta quincena pagas el agua o la luz, o (puta madre) te casas, o tienes un hijo, todo pasa ahora y no te dan ni chanza de prepararte para el madrazo.

Y no vayamos a dejarnos seducir por la crónica barata de la jodida película esta de "Efectos Secundarios", donde desfilan ante nosotros una pinche bola de idiotas frustrados y fracasados que lo único que hacen es alimentar los clichés de un treintón cualquiera. Ni madres, yo estoy cerca a esa edad y no ando haciendo las pendejadas que hacen esos weyes. Nada de eso, simplemente se trata de entender que a los 30 no nos queda de otra que ser conscientes, pero conscientes en serio y no esos conscientes que dicen: si me das la prueba de amor... si te cumplo. Ni madres conscientes en serio, conscientes de que la vida esta pasando, que los días si tienen caducidad, que las cosas que hacemos tienen consecuencias cada vez más inmediatas y las cosas que no hacemos igual. No decidir, es también muy a su manera una decisión. El pinche chiste de toda esta cascada de estupideces es que me caga estar de pinche holgazán en mi casa, porque me da por pensar estas pendejadas y sentirme de verdad ruco, viejo, rupestre pues, y después ando arrastrando la cobija unos días hasta que llegan mis amigos y me invitan unas chelas. Pues esta vez seré yo quien vaya a buscarlos para ponernos una peda en virtud de que todos nosotros somos una pinche bola de rucos pasados de moda. Pásenla chido pinches amargados.

viernes, 23 de enero de 2009

Polifonias intermitentes

Por lo regular me pasa que cuando estoy en un lugar desconocido, nuevo pues, me da por quedarme en silencio escuchando los ruidos propios de lugar. Y no es por esa afición retrograda de buscar fantasmas tan propia del descerebrado de Carlos Trejo, para nada, simplemente me gusta escuchar cosas nuevas, es como una manera imbécil que tengo de sentirme un poco menos ajeno a esos lugares. Pero debo confesar que los sonidos que más me han fascinado, los más llenos de matices, las escalas más prodigiosas e inagotables que a mí me han parecido, las he encontrado en los hoteles. Lugares paradisíacos que brindan refugio al necesitado, cama al cansado, techo al trasnochado y sí, covacha al que escapa de las rutinas maritales y las otras. Aunque estamos hablando de HOTELES no lo olviden, ya en otra ocasión hablaremos de los deliciosos Moteles de paso, hogar del insatisfecho y del practicante devoto de la virtud cardinal de la lujuria.

Soy una persona que viaja de manera regular, aunque no tanto como a mí me gustaría confieso y pues los hoteles son lugares a los que recurro de manera más o menos con la misma regularidad que con la que viajo. Y si, he tenido la oportunidad de hospedarme en la suntuosidad de un Sheraton o de un Hilton o de un Marriot, pero también he tenido que quedarme en el modesto hotel de central camionera, tan lleno de habitaciones… pues digamos agrestes, y de personajes no menos rústicos. Entonces, en estos lugares he podido degustar toda clase de sonidos, desde el interminable juego de puertas que abren-y-cierran sin parar, las camareras, bell-boys o botones me vale madre como les quieran decir, los elevadores, los pasos en las escaleras, en fin, un pinche escándalo que se almacena como imagen de escritorio de nuestra computadora personal o portátil da igual, ahí está ese ruido y al cabo de un rato, ya no esta, no porque desaparezca, sino porque se mezcla con los otros, con las charlas inconclusas y fragmentarias, que los chismosos como yo gustamos de reconstruir y de poner rostro a los interlocutores, de modo tal que termina siendo como una radionovela de producción medianamente barata de la XEW. Y si, me declaro adicto a escuchar conversaciones que no me importan, que nada tienen que ver conmigo, siempre estoy alerta a escuchar cosas que por el modo que nos llegan, se interpretan como fotografías instantáneas de la vida de alguien que no conocemos, nunca hay movimiento, no hay futuro ni pasado, sólo ese instante congelado en el que nuestros oídos capturaron parte de la información, y que no nos dice nada por supuesto, pero que resulta divertidísimo (al menos para mí) reconstruir el camino andado hasta esas palabras y desembocarlo en una tragedia o de jodido hacerles pasar un drama a estas personas que ya no son personas, sino personajes ficticios, literatura aficionada de un escritor aficionado. Porque si bien es evidente que en este país nadie lee ni los pinches subtítulos de las películas por la hueva que les da hacer ese ejercicio de unir letras para convertir palabras, y después unir palabras para construir oraciones, etc., también es evidente que en este país todos somos narradores en potencia, nada más basta con escuchar el chismorreo de verdulería, o de lavadero, o de vecindad, o la suma de los anteriores que desemboca en un programa televisivo, para darnos cuenta la facilidad que tenemos para hacer de las personas, personajes de literatura, en este caso particular, de fotonovela semanal del corazón. Pero aquí no se discute la calidad literaria de estos folletines, sino la capacidad creativa-narrativa que tenemos per se.

Bueno y dirán ustedes y todo este rollote como para qué, a qué chingados viene. Pues lo que pasa es que el fin de semana pasado tuve la necesidad de quedarme en un hotel, no les importa con quien, ni haciendo qué, ni en donde pinches metiches, así que no lo diré, pero fui testigo de una de las polifonías más ricas que he escuchado desde que me hospedo en estos lugares. Un verdadero concierto a dos voces, deliciosamente extraordinario, pero extraordinario dicho no en un sentido de lo maravilloso sino en su significado original, fuera de lo ordinario. Había estado fuera todo el día, pues… haciendo muchas cosas que para objetos prácticos no vienen al caso, pero que me dejaron completamente exhausto y con ganas de no hacer otra cosa que no fuera llegar a mi cuarto de hotel y tirarme en esa cama King size y dormir plácidamente durante unas doce horas de jodido. Antes de llegar al hotel hice una escala de rigor en una tiendita de por ahí cerca y me compre un par de cervezas, (estas libaciones siempre me han ayudado a dormir mejor) y alguna chuchería para medio cenar, porque la verdad era tal mi cansancio que no tenía mucho apetito y tampoco muchas ganas de comer. Total, que ya instalado en mis aposentos me disponía a beberme mis cervezas, quizás comerme mis chucherías y por fin caer en un coma cuando, mientras hacia lo antes dicho y veía alguna estupidez en el televisor, y digo estupidez no porque participe de la idea de que todo lo que sale en la tele sea estúpido, sino porque la neta no recuerdo que estaba viendo, en fin, el chiste es que estaba viendo cualquier madre cuando escucho un chillar de resortes con una armonía envidiable que de inmediato me recordó aquella escena de la película Delicatessen de Jean-Pierre Junet donde danzan al ritmo de los resortes desvencijados de una cama maltrecha, pues así estaba yo, no danzando sino muy maltrecho, pero el sonido fue breve, casi desapareció en el acto. Incluso supuse por un momento que era mi imaginación. Pero instantes después reapareció con fuerza pero con la misma brevedad. Apenas duraba unos segundos y desaparecía para perderse durante 20 quizá 30 minutos. Lo que más me jodía en ese momento era que mi cansancio estaba en grados épicos pero-no-me-podía-dormir. Y los que padecen de insomnio crónico como lo sufre su seguro vividor, sabrá la putada que es eso. Todo se vuelve irreal, onírico. Y cada 20 o 30 minutos regresaba ese chillar de resortes por espacios de 2 acaso 3 minutos, aunque ya por la cuarta ocasión los chillidos fueron acompañados por los más maravillosos y sensuales jadeos de una mujer excitada. Tampoco fueron prolongados. Duraban incluso menos que los chilliditos rítmicos, y no es necesario caer en las onomatopeyas baratas ni en la ridícula prosa sexual de semanario vaquero para que ya lo estén imaginando, resortes primero, gemidos después. Pero en la segunda aparición de los jadeos sucedió algo que me consterno. Primero estaban los rechinidos, como obertura de Motzart, lentos, armónicos, y de pronto surge de la nada un gemido de lo más sensual que inundaba el ambiente como un clarinete, suave delicado, sostenido; y de pronto silencio un eterno segundo de silencio… nada, un segundo donde no hay aire, donde el mundo se detiene, y de la nada, una risa estrepitosa que rompió con todo. Una carcajada hilarante. Como si en la parte más sutil y más erótica de una sinfonía tu vecino pusiera a todo volumen es su buffer del demonio el último éxito de la tigresa del oriente. Puta madre, les juro que me saco de onda bien cabrón. Digo, se de mujeres que lloran, otras se estremecen, otras imploran al Cristo, o gritan o muerden pero no se cagan de la risa, no mamen. Entonces si que me valió madre el pinche sueño que tenía y espere paciente la siguiente función que comenzaría en media hora a más tardar. Y justo contabilizaba los 1800 segundos correspondientes cuando puntual como obra de teatro de gran ciudad comenzó el concierto polifónico intermitente que me tenia absorto, incrédulo. Ya saben los resortes, los jadeos, el silencio… y ¡Ahí estaba! La pinche carcajada, no mamen, que pedo con estos weyes, que pinche forma de coger tan rara, hasta parece que la vieja era cajera del Electra y hasta las nalgas las daba en abonos, que poca madre.

En fin, esa noche no dormí para nada y el siguiente día lo viví completo en piloto automático. Todo por estar de pinche metiche escuchando conciertos que no son para mí. Esta semana volveré a salir de viaje por motivos que también les vale madre y espero firmemente dormir bien esta vez, espero no desvelarme escuchando cosas que me valen madre, y no estar de pinche metiche imaginándome cosas que ni al caso. Pásenla chido, pinches calientes.

domingo, 4 de enero de 2009

Del pasado y del no me acuerdo

¡Señores! El maldito veinte cero ocho a terminado (afortunadamente). Pinche añito nos reventamos en el mundo y pues en lo que a mí más me importa, en México. Entre que Obama es el primer presidente negro en el país más racista desde la Alemania nazi, las nalguitas de Sarah Palin, la crisis económica mundial, el secuestro de Fernando Martí y de Silvia Vargas (entre miles más en nuestro país), el desmadre del News Divine, la liberación de Ingrid Betancourt, el avionazo de Mouriño, Vasconcelos y demás, Fidel cediéndole el poder a Raúl, los pinches estudiantes de la UNAM en la guerrilla de las FARC, el circo del PRD y su –por fin- presidente de partido Jesús Ortega, el Peje y sus mamadas de privatización, la guerra contra el narco, las manos limpias de FE-CAL, los mexicanos que regresaron plagados de medallas de oro de Beijing (no olvidemos que China es la principal exportadora de medallitas de la virgencita de Guadalupe), la Josefina y su “Dios-mío-por-favor-hazme-…” pues será menos pendeja, porque Carlos Fuentes ni se parece a Octavio Paz, la muerte del inmortal Richard Wright (tecladista de Pink Floyd pinches incultos) y la inmortal interpretación de Heath Ledger como The Jocker, vivimos y presenciamos uno de los años más surrealistas que recuerde. Pero como uno de mis propósitos de año nuevo fue no mentar madres tan rápido, quisiera comenzar el año hablando de mis diez discos favoritos del año pasado. Comencemos pues sin ningún tipo de sistema numérico ni de ninguna clase, hablare de ellos como me vaya acordando.

El Með suð í eyrum við spilum endalaust de Sigur Rós representa sin duda un pequeño receso en su melancólica discografía, sin olvidar -por supuesto-, el refugio de la tristeza (bellísima tristeza), basta con escuchar tirado en la cama y dejando al cerebro inundarse con la voz desgarradora de Jonsi en el tema Ára Bátur para enamorarse enseguida de este disco. La novedad en el disco resalta desde el primer corte (Gobbledigook) por sus percusiones tan precisas en ritmo y tiempo, que hacen del corte una fiesta a la que todos estamos invitados, sin duda un disco que no debe faltar.

El disco Evil Urges de My Mornong Jacket es el resultado digno de una década de trabajo. Encontrando por fin el equilibrio perfecto entre evolución y tradición, nos regalan el disco más conciso y coherente que han hecho. Desde el primer corte del álbum (Evil Urges) nos colman de esa grata sensación de que estamos escuchando algo que realmente vale la pena, algo que recordaremos durante mucho tiempo. Conforme pasan los temas y el disco se consolida en texturas y dinámicas que estallan en el quinto corte del disco Thank you too!, tan sólo para recomenzar el proceso. Sin duda canciones como la última mencionada, acompañada de Librarian y Touch Me I'm Going To Scream Pt. 2, se convierten de inmediato en clásicos de la banda.

El turno es para los maestros (que quede en el registro que me levante de mi silla) de The Mars Volta con su cuarto disco The Bedlam in Goliath. Este disco en particular fue un poco despreciado porque recibe la maldición que ha caído sobre muchos discos de muchas otras bandas, la maldición de preceder a una obra maestra, en este caso concreto, precede al disco Amputhecthure. Pero si dejamos un poco de lado eso, nos encontramos con otra joya de la narrativa desgarrada de Cedric Bixler Zavala, y las guitarras poseídas de Omar Rodríguez-López. Pernoctando entre lo quimérico y lo onírico, vuelven a ese paralelismo narrativo-compulsivo al que tan deliciosamente nos han acostumbrado. Ilyena, Agadezk y Tourniquet man, son sólo algunas de las glorias que este disco no regala.

El tercer disco Third (no sean weyes, no estoy redundando: así se llama) de Portishead se convierte de inmediato en el disco más experimental del trío de Bristol liderado por la hermosísima y talentosísima Beth Gibbons, y eso es mucho decir. Después de un largo receso y un disco en solista de Beth lanzado en 2002 (Out of season), vuelven a escena para reclamar su trono en el competido mundo de la música. Con nuevos bríos y su melancólica manera de hechizarnos, satisfacen a los fieles fans de este monumento de grupo. Mas si eres nuevo en la incursión del sonido de este esplendido grupo ingles, no te resultará del todo sencillo digerirlo, pero después de un par de ocasiones te convertirás de devoto seguidor de una de las bandas más grandes de la historia de la música electrónica. Recomendamos sin duda alguna Nylon smile y The rip.

Y ya que andamos en aquellas británicas latitudes, brindémosle su turno a la banda de los hermanos Gallagher, Oasis. Su disco Dig out your soul, marca el tan ansiado regreso a ese sonido con el que irrumpieron en la primera mitad de los (pareciese lejanos) noventas. Este disco es sin duda el mejor desde el menospreciado Be here now. En Dig out your soul, nos recuerdan aquella fuerza y frescura natural con temas como el primer sencillo The shock of the lighting, Bag it up, o la dulce y hermosa I’m outta time. Si bien es cierto que no todos los cortes tienen la misma fuerza, y en ocasiones parece desfallecer, siempre encuentra una salida para rescatar este que es sin duda uno de los mejores del año que recién finalizó.

Dejemos de lado la onda alternativa e sumerjámonos en los guitarrazos del Consolers of the lonely de The Raconteurs. Un repaso por el rock western con claras influencias zeppelinescas y el tradicional estilo vocal de Jack White y Brendan Benson quienes se alternan en las guitarras. Si bien la narrativa del disco no es del todo concisa y si por el contrario bastante floja en algunos temas, la música vale todo por sí misma. Un disco que nos llevará de las metáforas bíblicas (These Stones Will Shout) a la venganza al estilo Tarantino (Carolina Drama), pero sin duda el tema cumbre es Many shades of black. Disfruten este disco bien logrado.

En el mismo tono guitarroso, pero poniéndonos serios, llego a nuestras manos en octubre el Death Magnetic de Metallica. Plagado de poderosos riffs nos hace recordar algo del poderoso And justice for all, pero mayormente al buen pero fresa disco Metallica mejor conocido como Black álbum. El escuchar este disco será como subirse a una montaña rusa, porque si bien esta lleno de altos y bajos, los altos son sorprendentemente altos como That Was Just Your Life, The Day That Never Comes y My Apocalypse, los bajos no lo son tanto como la ya exhaustiva The Unforgiven III. Lo mejor de todo, es que tenemos a este monstruo de regreso y esta listo para reventar tímpanos y dejar atrás esa pesadilla que fueron los discos Load y re-Load híbridos del rock sureño y le mediocre St. Anger.

Otros que despertaron fueron los siempre llamativos Slipknot con su disco All hope is gone. Estrenándose como numero uno en ventas en la unión americana, llega este disco repleto de batacazos que rozan con el death más puro, dejando de lado –aunque no del todo- esa forma raperosa de cantar que los dio a conocer, se muestran a sí mismos como una banda madura que sabe aprender de sus errores. Para muestra chequen nada más el corte titulado Gametria o Psychosocial, o la misma semi-balada-caótica ‘Till we die, testimonios fieles de los alcances de este disco.

Terminemos pues hablando de dos discos tan alucinantes como sus creadores. El primero The slip de Nine Inch Nails, disco que sigue denostando el inmenso talento del llamado genio moderno Trent Reznor. Un disco que se aleja un poco de las rarezas ordinarias del grupo y se centra más en la crítica aguda de la que hace gala su líder. Un disco que fue hecho para él mismo, según él declaró en su website. Un disco de grandes coros vocales y beats poderosos, sin retirarse para nada del sonido dance que le caracteriza, podemos decir que NIN lo volvió hacer. Muy recomendables Discipline y Head Down.

Y el segundo y último disco se trata del Lightbulb Sun de Porcupine Tree. Un disco lleno de amor, romance, belleza y mucha rabia. Con majestuosos sonidos nostálgicos que nos embriagan de inmediato, con cierta influencia Pink Floydesca que nos remonta al eterno Dark Side of the Moon, nos regalan algo más de una hora de abandono total a las emociones. Cortes como Russia on ice, Feel so Low y le dulce She’s moved on, nos entregaremos a una de las mejores experiencias sonoras del año.

Señores que disfruten estos discos como los disfrutó su seguro vividor y si no, pues es su pedo. Pero antes de largarme y ya que están de pinches ociosos leyendo estas pendejadas, déjenme hacer mención aparte a algunos discos, como el Jukebox de Catpower, el Day & Age de The Killers, el Schoolyard Ghost de No-man. y como no, el disco Providencia de La Barranca, excelente rock mexicano. Y ya encarrerados salvarlos de escuchar las porquerías que fueron el Chinise Democracy de Guns and Roses, que desperdicio de tiempo y de dinero (no olviden que costo 13 mdd, hacer esta basura) el Forth de los ingleses de The Verve, y uno en particular que a mí no me decepcionó, y no lo hizo porque no espero absolutamente nada de esta banda superinflada, aunque tengo amigos a los que les gusta la basura que le vamos hacer, el Viva la vida de Coldplay y finalmente, el asqueroso Hellville Deluxe del repetido, repetido, repetido, Enrique Bunbury, ya en serio Enrique, si ya no tienes nada bueno que hacer, vete a hacerlo a otro lado. Pero neta weyes protejan sus oídos y al planeta de paso de la contaminación que producen estos bodrios de discos. Que hayan cenado rico, que haya cogido mucho y que esto siga durante el resto del año, que al menos promete el mejor concierto de la década y apurándome un poco, también de la pasada, el 15 y 16 de marzo en el Foro Sol, la mejor banda del mundo Radiohead, por allá nos vemos mis androides paranoides.