martes, 7 de abril de 2015

Life itself

Oscar Wilde escribió alguna vez que el trabajo del artista era educar al crítico y a su vez, el del crítico era educar al público. Pocos escritores (porque el trabajo del crítico en nada se diferencia del trabajo del novelista, si el trabajo es honesto) han influido tanto en el gusto, en las elecciones que hace el público como Roger Ebert.
            Ebert comenzó su carrera como crítico cinematográfico con tan sólo 21 años en el Sun-Times de Chicago y desde entonces marcó una diferencia con su estilo, su enfoque y su agilidad mental. De una familia modesta, demócrata, valoró el esfuerzo y trabajó dedicadamente. Escribió con profesionalismo y con integridad. Se opuso al stablishment y al Status quo que representaba la crítica “académica”, la crítica “culta” y lo hizo desde la idea de que el cine tenía que ser accesible a todos. Tuvo críticas desafortunadas, como todos, las de él fueron motivadas por su sentido moral, del cual afirmaba que si habría de ser violado, tendría que ser por las razones adecuadas. Su programa de televisión Siskel & Ebert & the movies signó, indicó el rumbo que deberían de tomar los programas dedicados al cine: apasionados, honestos, ajenos a intereses comerciales. Hoy podemos rastrear cientos y cientos de programas y columnas de cine que han seguido ese camino. También fue un hombre habitado por demonios, fue un hombre de pasiones, empero, supo hacerles frente con humildad y un tremendo optimismo. Acosado por el cáncer, falleció en abril del 2013. A su muerte le siguió un caudal inagotable de remembranzas, elogios y tributos, nunca antes vistos en la figura de un crítico de cine. Por todas estas razones el cineasta Steve James decidió hacerle una película.
            La frase anterior sugiere un error, porque supone que la decisión de filmar la biografía de Ebert nace con su muerte y no es el caso. La idea de filmar una película sobre su vida, su pasión, nació mucho antes, en conjunción con el mismo Ebert. La razón de filmar esta película fue el cine mismo. El amor que una persona le dedico, a lo largo de una vida, al arte de hacer películas.
            Desde el principio, Ebert toma el papel protagónico de la película de su vida. Asume el peso de la cinta dejándole a Steve James la libertad de narrar. Basada parcialmente en la autobiografía de Ebert con el mismo título, la película llega  a donde el miso autor no pudo llegar. El último año de su vida es visto con una gran sensibilidad, pero es fiel al relato, no abandona, ni en los momentos más duros, su ética de cineasta. El mismo Ebert le da esa lección. Siendo amigo de muchos de los directores que reseñaba en sus columnas, en su blog o en su programa, no permitió que su afecto medrara su juicio.
            Ebert fue un hombre moderno, así como rechazó desde el inicio la idea de escribir para públicos especializados a lo Pauline Keal –quien lo influenció a su vez–, afrontó las redes sociales. Después de que el cáncer lo dejara sin su mandíbula, condenándolo al silencio, hizo de su blog su voz. Configuró también un sitio que pronto se convirtió en la casa de todos los amantes del cine, sino en el refugio de otros críticos: rogerebert.com
                        James rescata también las tomas perdidas del programa con Siskel, en donde vemos este otro lado del hombre. Roger es competitivo. Su pasión por las películas lo llevaba a defender, a veces con altanería, sus gustos. Siendo un hombre inteligente, nunca perdió de vista que él no poseía la verdad, pero asumió su responsabilidad ante el público diciendo siempre lo que pensaba: fue integro.
            Comentar que Ebert fue el primer crítico de cine en ganar un Pulitzer es significativo a la hora de hacer inventarios o erigir monumentos. Si, ganó varios premios y fue justo merecedor de multitud de reconocimientos, a los que se suma esta película/biografía/homenaje, pero eso no significa nada al ver la enorme sonrisa del hombre, la valentía del hombre, la inocencia del hombre.

            No puedo olvidar a Steve James. James también es valiente y congruente en varios sentidos. Logra atravesar de manera inmaculada el fango de la vanidad. Sede su lugar, mejor dicho, entiende su lugar. El centro de esta historia no puede ser sino la historia misma. Deja su voz y su figura de lado y no reclama el protagonista que exigen la mayoría de los documentalistas desde Micheal Moore. El otro personaje de esta película no puede ser otro sino el cine mismo. Ahí están las películas que reseñó, los testimonios de cineastas que reconocen la influencia de la visión de Ebert en sus películas. Personajes como Scorssese o Werner Herzog se sientan a homenajear al hombre y al crítico.