viernes, 5 de septiembre de 2014

100 años con Nicanor Parra

Las conmemoraciones son arbitrarias. Se puede elegir cualquier punto en el tiempo y celebrarlo. No hacen falta más motivos que las ganas de celebrar. ¿Celebrar qué? Cualquier cosa, no hay reglas. Los números cerrados suelen gozar de mayor popularidad: 10, 15, 25, 50, etc. No se le ocurra celebrar, por ejemplo, el 43 o el 82, que son cifras de Cronopios y no de Famas respetables.
Este año se conmemoran varios centenarios: Paz, Cortázar, Casares, Huerta, Revueltas entre los más destacados. Generación basta y prodigiosa aquella del 14. Generación noble, crítica y sí, generosa. También combativa. Año signado por el lento e interminable tañer de los cañones. Todos vieron con espanto los días venideros: desesperanza. Dentro de esta pléyade de escritores también se cuenta a un hombre modesto al que podemos celebrar en vida: Nicanor Parra.
Hombre de una sensibilidad entrañable y una forma tan única de ver el mundo, pronto entendió que la poesía era (debía) ser algo más que un artefacto verbal: retórico. Hizo de sus palabras rizos y serpentinas. "Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa". Más cercano a Huidobro que a Neruda, lo que el mundo conoció como la "antipoesía" no es sino "poesía en libertad", poesía en movimiento, lenguaje vivo. Sus cien años no son una arbitrariedad en el tiempo, son una riqueza del idioma. Nicanor Parra es un hombre de palabra(s). Comprometido, autentico, congruente.
No haré un inventario de sus libros y premios, cualquier curioso puede encontrarlos sin mayor dificultad. Nicanor Parra es más que esa suma, también arbitraria, de fama y prestigio. Es un poeta. Es un hombre que edificó realidades verbales, que alucinó pájaros ajenos a toda sintaxis, árboles y niños en la periferia de la gramática. Un hombre que amó apasionadamente su tierra. Que defendió su derecho a decir lo que quería y a decirlo como quería: su derecho al olvido y a la memoria: derechos inalienables del hombre.
Si antes me negué a hacer un inventario, tampoco haré de esto una cronología, baste decir que a lo largo de 100 años, Nicanor Parra ha sido un explorador. Poseedor de curiosidad inquisitiva, hizo del vasto terruño del saber su aldea. Su formación, Matemático y poeta, lo hizo dos veces marginal, dos veces poeta.
Celebremos pues -con la arbitrariedad del tiempo que ha llegado aquí desde no sé qué remota astronomía hasta este preciso instante- cien años de vida de Nicanor Parra.

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