lunes, 18 de julio de 2011

Julio Cortázar - Cartas a los Jonquièrs



A Cortázar le tomó 33 años terminar esta, su última novela: Cartas a los Jonquièrs. No es una tomada de pelo, sé muy bien que este libro es una colección epistolar y no una novela, sin embargo al leerla uno comparte, durante esos 33 años de correspondencia, la historia de una amistad que nunca terminó.



Todo comienza cuando uno de los amigos –el mayor– deja su tierra para buscar nuevos horizontes. El dolor de la partida, la distancia, los recuerdos: su equipaje. Julio –el que se va– sumido en una depresión por los aconteceres políticos, la falta de recursos, la perdida de los amigos –muere Paco a quién tanto le gustaban sus historias– entiende que poco queda para él. Mientras Eduardo –el que se queda– promete alcanzarlo algún día. No es fácil, su esposa María y los pequeños Eduardo y Maricló le exigen su presencia. Son muchos los años que unen de amistad a estos dos aventureros y saben que son más los que les esperan, de tal suerte que no hay prisa, todavía tienen tiempo de estirar las piernas y matear un poco.



La epístola como rama de la literatura es poco usual, las erratas son otro género que dados sus orígenes indeterminados y marcados por el azar, construyen historias fantásticas según Borges. En este caso, las cartas de Julio a Eduardo, dada su constancia (tres al mes) nos dan la impresión de jugar un doble papel: el primero, ya se sabe, la carta que busca reducir las distancias y el segundo, un diario invaluable donde seguiremos paso a paso la construcción de todos los libros de este enormísimo Cronopio. Como uno a uno, van naciendo los cuentos de Final del Juego: Axolotl, Final del Juego, La puerta condenada, etc. El manual de instrucciones y sus desventuras italianas. Los Cronopios, bichos entrañables; en fin, todas las historias tienen un comienzo y esta no es la excepción. Vemos como un Julio cercano a los 40 y próximo a sus nupcias con Aurora, sigue llevando la vida de un mochilero de veinte años. Se compra una Vespa con la cual conoce París y se parte las costillas en un accidente del cual surge La noche boca arriba. Anécdotas como esa, pueblan las cartas que compartían el siempre joven escritor y su amigo pintor y poeta (así, separado). Conoceremos todas las dificultades económicas, su historia dentro de la UNESCO y la ONU, su breve paso por la CIA, pero sobre todo el arte. Sus viajes a Viena, Londres, Nueva Delhi, Roma, Río, Saignon, Kampala, Zihuatanejo, etc. Conoceremos a través de sus ojos las diversas colecciones de todas las galerías que visitó, que no son pocas y no es poco, era un gran conocedor. Sus lecturas cotidianas comentadas desde la intimidad (invaluables). Sus andanzas como escritor errático y sin sistema, despreocupado por sus publicaciones. Su amistad no sólo con Eduardo sino con personajes como Octavio Paz, Italo Calvino, Carlos Fuentes, Lezama Lima y un etc., muy largo.



La secuencia de estas cartas, nos permiten reconstruir su vida dada su continuidad extraordinaria. No podemos olvidar que estamos hablando de uno de los escritores más complejos y elaborados de la historia de la literatura, con lo cual, la belleza, la capacidad estética de sus cartas, deslumbra, sobrecoge. Demuestra que las cartas (hoy destinadas al olvido por los medios electrónicos) eran una muestra más de afecto, no sólo por su contenido, sino por el tiempo y la preparación que conllevaban. No se sentaba a escribir y ya. Algunas de sus cartas le tomaba tres días escribirla, dejaba que las palabras estiraran las piernas, que echaran raíz en la dermis de sus dedos, para que en efecto cumplieran su cometido cabalmente: comunicar la tristeza del vacío que deja el destinatario y –en la medida de lo posible– engañarla un poco.



La música por díos, no hay nada de Cortázar donde no surjan los grandes cronopios Lou, Miles, Areta, Charlie, este último todos sabemos que le mereció una admiración particular al grado de dedicarle uno de sus más grandes cuentos, en extensión y perfección. Somos testigos de ese nacimiento que todos conocemos como: El Perseguidor.



El cine también está presente, desde La Strada de Fellini hasta Help! de los muchachitos estos de Liverpool.Como verán, dentro de las más de 500 páginas de este libro encontrarán por encima de cualquier cosa, una historia de amistad extraordinaria, unida por los años y años de confidencias revelando lo que para la mayoría era una sospecha y que ahora brilla como sol: Cortázar era una persona extraordinariamente sensible, un amigo inigualable y un escritor único. ¿Con qué me quedo? Con todo, pero si tengo que escoger un momento, una carta o una línea, dentro de este hermoso juego del destino y del tiempo que nos permite seguir leyendo textos nuevos de Cortázar a más de 20 años de su muerte elijo ésta, la última línea de la última carta, que ya no resulta parte de un diálogo íntimo entre dos amigos que ya no están, sino la contundencia inexpugnable de su eterna presencia, una línea a todos sus lectores, a todos los que seguimos esperando, siempre y para siempre, otra línea de este enormísimo Cronopio: Nos vemos apenas yo regrese. Un abrazo muy fuerte, Julio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buena lectura, gracias.

Carles Álvarez Garriga

Jonatan Frías dijo...

Señor Garriga, antes que nada gracias por su comentario, suelo poner atención y por supuesto tomar en cuenta todas las recomendaciones que dejan las personas que se toman el tiempo de leer lo que escribo, pero en su caso (sin faltarle el respeto a nadie) me llena de un gusto párticular que se haya tomado la molestia de pasarse por aquí, cualesquiera que hayan sido las circunstancias. En éste momento me ecuentro escribiendo un ensayo sobre Cortázar que me tiene muy entusiasmado. Ese proyecto tiene ya más de un año de desarrollo y le proyecto al menos seis meses más. Ojalá -si las contingencias de la vida así lo permiten- en su momento pudiese hacerselo llegar, pues sus comentarios serían invaluables para mí. De nuevo gracias y seguimos en la búsqueda...

Anónimo dijo...

Está el blog activo en la actualidad; es decir: ¿estás ahí?