Al hablar de Hermenéutica es necesario que partamos de un escenario histórico que sin duda nos remontará hasta la era en que los dioses dominaban el mundo, azotándolo con su ira y colmándolo de sus bendiciones. El mundo de los griegos. Es preciso puntualizar que sería bastante ambicioso tratar de entender las interpretaciones que se dieron en esta época, si sabemos que con tan sólo una de las tantas relaciones de pensamiento que se dieron nos bastaría para elaborar todo un discurso.
Es justo que partamos de una de las tantas interpretaciones para mostrar la ancianidad del tema hermenéutico que nos llama. Los Dioses eran los padres de la tradición griega y eran los encargados de guiar al pueblo en múltiples formas. De modo que de la relación que existía entre ellos, surgieron algunos semidioses. Entre los tantos que nacieron de estas uniones podemos destacar a Hermes, el Dios Griego que regía la libertad y la astucia; inventor de la Lira, los pesos, de la palabra y las lenguas. Hermano de Apolo uno de los Dioses más importantes y complejos de la mitología griega. El origen de éste (nos referimos a Hermes) es muy incierto, la tradición dice que es hijo de Zeus y de Leto, pero otros tantos aseguran que es hijo de Vulcano.
Hermes entre las múltiples habilidades con que contaba, tenía el poder de la interpretación. Hablar de la interpretación en Hermes, es discutir y expresar los principios de la hermenéutica, que nos llega por una extensa tradición interpretativa que tiene un largo camino recorrido, mismo que le queda por recorrer. La interpretación debe volverse en nosotros una virtud, pero que se manifieste no como cualquier virtud, sino como una virtud mixta. En otras palabras, como una virtud al estilo de prudencia, es decir, una virtud tanto a la par de la teoría como de la práctica. Y aunque es cierto que la virtud no puede ser enseñada, se debe apuntar que si puede ser aprendida, mediante la búsqueda y la repetición de la misma. Esto siempre y cuando se entienda la idea de virtud en el sentido socrático de sabiduría.
Por otro lado Aristóteles no sólo no la entiende como sabiduría, sino que la interpreta como prudencia (phrónesis), misma que nos remite a una sabiduría práctica y muy específica que conforma una racionalidad no equivalente ni sublime en comparación de otras formas de racionalidad; esa forma de racionalidad es la que nos da un saber práctico equiparado al de la prudencia aristotélica donde, a decir de Gadamer, el que actúa debe ver la situación concreta a la luz de lo que exige de él en general. En Aristóteles el término prudencia es un tanto más complejo que en Sócrates ya que requiere de un suma de conceptos, de ahí su relación con la Phronesis, que es la conjunción de lo calculado y lo deliberado. Además, es justo mencionar que Aristóteles es quien acuña la palabra hermenéutica en su tratado Peri Hermeneias.
En el mismo sentido histórico que llevamos, cabe destacar que los estoicos también utilizan la hermenéutica para la interpretación de los mitos de los rapsodas. Pasando por la Patrística hasta la escolástica con Guillermo de Auxerre. Hubo quién lo toma en la edad media, dándole la connotación de “traducción”.
Con esto podemos dar un salto en la historia y llegar hasta uno de los hermeneutas más importantes: Schleiermacher. Él como iniciador de una hermenéutica no eclesiástica, dirige su mirada al actuar humano que viene a desarrollarse en forma de diálogo; ese actuar humano es la comprensión: punto medular para la hermenéutica o como lo diría Gadamer “la comprensión debe ser entendida en el sentido de un acto de existencia, y ella es, pues, un pro-yecto arrojado” (El problema de la conciencia histórica. Gadamer, 2000), lo anterior nos remite de manera muy concreta a una Hermenéutica Sacra que nos es otra cosa que una relación cíclica entre el todo y la parte, misma que brota por la necesidad de una nueva concepción que hiciera frente a los cánones bíblicos.
Ante ésta hermenéutica sacra cuyas características de interpretación y comprensión se dan únicamente en textos sagrados o bíblicos y él, antepone a ella la hermenéutica profana de donde brota la interioridad del comprender frente al aspecto histórico y temporal de todo terreno, podemos ver claramente que su prioridad es el lenguaje ya que tiene una relación directa con el tema, y con esto se puede decir sin duda alguna que la mayor tarea del hermeneuta es superar el lenguaje, de modo tal que no quede duda de lo que se está interpretando mediante este método sacro y con esto, concluir por supuesto que la comprensión del mismo es igual de importante ya que –parafraseando con esto– es comprensible ella misma sólo a partir de estos hechos, partes del todo histórico. Con esto se concluye que la verdadera consolidación de la hermenéutica como un arte y una disciplina de la interpretación surge en el romanticismo con los trabajos de Schleiermacher y con la Crítica histórica y la fundación de una Psicología descriptiva por Dilthey.
Debemos de tener en cuenta la cuestión de la aplicación de la hermenéutica, porque en la hermenéutica “la aplicación no puede significar nunca una operación subsidiaría que se adhiere a la comprensión; aquello a lo que debemos aplicar determina desde el comienzo y en su totalidad el contenido efectivo y concreto de la comprensión hermenéutica” (Gadamer, 2000). Porque “el sentido de la investigación hermenéutica es desvelar el milagro de la comprensión y no únicamente la comunicación misteriosa de almas. La comprensión es una participación en la pretensión común” (Gadamer, 2000).
Dicho esto podemos dar paso a otro de los grandes hermeneutas: M. Heidegger, quien principalmente se ocupó de la comprensión y de la temporalidad; la primera de estas revisada desde un punto meramente ontológico que en conjunción con lo segundo lo condena al estudio de una hermenéutica como proyecto universal salvador de la historia.
Con Heidegger la hermenéutica adquiere su verdadera relevancia filosófica y cierto alcance de universalidad, dado que el comprender constituye la estructura fundamental de la existencia humana y la estructura de la precomprensión marca el circulo hermenéutico además que toma un triple significado; el primero de ellos es el de Fenomenología Hermenéutica, que no es otra cosa que la interpretación de la comprensión del ser en la posibilidad de ser ahí. La segunda postura se le conoce como Hermenéutica Analítica de la existencia; que es el estudio del ser-en-el-mundo que es una manifestación en contra de la metafísica tradicional trabajada hasta la época de él. Y la tercera de ellas es la Hermenéutica del Logos que se refiere a la posición y a la posibilidad de la investigación ontológica de lo existente. En Heidegger la comprensión también llega a otro nivel: la autocomprensión; y que gracias a esto se pudo dar la aparición del ser, tema central en el pensamiento Heideggeriano.
En este avance histórico llegamos al fin a Gadamer, quien retoma en su tesis la cuestión del todo en tanto que sus partes, y para responder a ésta cuestión elabora la teoría de la comprensión histórica, que está cimentada en una ontología del lenguaje. El discípulo del autor de El Ser y el Tiempo, es quien inaugura con plena conciencia el proyecto de una hermenéutica filosófica como un saber que puede dar cuenta de la totalidad de los saberes, donde el sujeto y el objeto se descubren en su mutua correlatividad, en donde el sujeto al comprender el texto se comprende así mismo. O en palabras del propio Gadamer “un texto debe ser comprendido por él mismo”.
Gadamer al retomar el círculo hermenéutico de Heidegger, tiene que considerar los conceptos previos en tanto que tales, y los prejuicios, para poder realizar una buena comprensión hermenéutica. Gadamer entiende los conceptos previos como aquellos conocimientos intelectuales con los que contamos antes de enfrentarnos a un texto cualquiera. Esos conceptos previos con los que contamos antes de enfrentarnos a un texto no permanecen inquietos sino que se acomodan a una nueva forma de ver las cosas, por otro lado, entiende los prejuicios como juicios que se forman antes de la convalidación definitiva de los momentos que son objetivamente determinantes; además, un aspecto de suma importancia en Gadamer es la autoridad, misma a la que le atribuye ser la fuente de los prejuicios; y que posibilita de cierto los aspectos de la interpretación y esta autoridad nadie no la puede otorgar –según Gadamer– sino que la tenemos que adquirir, del mismo modo que la virtud en Sócrates. Esto por supuesto nos brinda una nueva modalidad de entender o interpretar la comprensión, misma que nos permite a través de la autoridad y de la tradición descubrir nuevos principios y lejos de cambiarlos por los anteriores, incorporarlos a ellos; a esta modalidad Gadamer la llama Fusión de horizontes.
Pero en éste momento surge una pregunta importante, a razón de lo que dice Gadamer en cuanto a que tenemos que enfrentarnos a un texto y la cuestión es: ¿Qué es un texto? Es un pregunta compleja sin duda alguna; pregunta que trataremos de aclarar a través de la visión de Paul Ricoeur.
Se ha logrado determinar que un texto es un discurso fijo mediante la escritura. Y ésta fijación es constitutiva en el texto mismo. Lo cual nos lleva a otra pregunta ¿qué es lo que fija la escritura? Sin duda alguna; el discurso, mismo que es pronunciado, primero en nuestra mente y en ese sentido se dice que todo texto fue potencialmente un habla. “Lo que podría dar paso a esta idea de una relación directa entre querer decir el enunciado y la escritura, es la función de la lectura respecto de la escritura (Del texto a la acción: Ensayos de hermenéutica II. Ricoeur, 2002)”. Procurando no caer en la tentación de decir que la escritura se agrega a algún habla ulterior a la ya pronunciada, claro, esto si lo entendemos en el sentido de Saussure.
En este sentido, cabe preguntarse si la aparición tardía de la escritura no provocó un cambio radical en la relación que mantenemos con los enunciados mismos del discurso, ya que el texto es un discurso fijado por la escritura. Ante esta cuestión, Ricoeur considera que no se ve afectada ya que todo discurso se encuentra entre sí vinculado, en alguna medida, al mundo, a un mundo dominado por los símbolos.
Esto nos abre paso a la interpretación directa de Paul Ricoeur, quien se enfrenta de manera franca a un proyecto simbólico y esto se da, gracias a que él encuentra en los símbolos un nuevo lenguaje, mismo que le señala una simbólica del pre-saber en el hombre. Él creía en la arbitrariedad del símbolo, consideraba que los símbolos eran polisémicas: “son los símbolos por medio de los cuales nos comunicamos y son ellos quienes nos develan la interpretación que hacemos, es decir, son el objeto principal de la hermenéutica (Ricoeur, 2002)”. Con esto empieza una interpretación simbólica llamada lenguaje simbólico; dicho lenguaje tiene –según Ricoeur– una resonancia cósmica y una relación con la psique. “La resonancia cósmica se da por la relación de los hombres, del hombre con el ser total; y la psique, por la manifestación de los sagrado dentro de cada uno, dentro de cada quien (Ricoeur, 2002)”, y de esta relación surge lo que él llama imaginación poética, la cual brota gracias a que el lenguaje se pone de manifiesto urgente con la realidad discordante del hombre.
Él mismo desarrolla otra tesis en la cual se interpreta el acto de lectura, de lo que se dice que: “Lo que es redescrito no es lo real sin más, sino la realidad que pertenece al mundo del lector, porque el lector es quien viene a interpretar lo escrito por el autor, por ello ante todo texto, hay que involucrarse con cierta medida con el otro, llamémosle “autor” por ponerle un nombre; ese involucrarnos al que aludo es el de ser partícipes de una pretensión común, exigencia que se antoja como “común acuerdo” entre el autor y el lector, entendiendo aquí al lector como aquel hermeneuta que interpreta, estudia, busca, lee, y además que es participe de lo que propone el autor (Ricoeur, 2002).
Retomando a Gadamer, él es quien da paso al proyecto de una hermenéutica filosófica como un conocimiento que pueda rendir frutos aplicables, sobre sujetos y objetos en una mutua correlatividad. Una nueva manera de abordar los problemas filosóficos es la neohermenéutica gadameriana. Su función principal es que la interpretación tiene necesariamente que defenderse de la arbitrariedad del lenguaje y de las limitaciones de los hábitos de precomprensión.
Enrique Luján nos proporciona en su escrito Los límites de la interpretación: un enfoque analógico (2002); un esquema de procedimiento de dicha hermenéutica:
a) Existen textos provistos de sentido que a su vez hablan de cosas.
b) El intérprete se acerca con su precomprensión, sus prejuicios, presuposiciones y sus expectativas al texto que interpretará.
c) El intérprete esboza de manera preliminar un proyecto de significado de dicho texto.
d) El intérprete irá elaborando y reelaborando el proyecto inicial con nuevos proyectos de significado.
e) El comprender un texto sólo llega a su plena posibilidad si no parte de presuposiciones arbitrarias.
f) El intérprete tiene que poner a prueba la legitimidad de sus presuposiciones en el mismo texto.
g) La historia de los efectos de un texto determina la plenitud de su sentido.
La comprensión de un texto o la interpretación de un texto, pasan a ser “experiencias originarias del ser”, en palabras de Luján. Al final lo que sugiere ésta propuesta, es abrir los canales del diálogo, vincular ideas interpretativas, para alcanzar sentidos más plenos de dichas comprensiones.
La hermenéutica filosófica presupone una interpretación de realidades, pero en dicha realidad, lo real esta unido con el sujeto, y el sujeto –mediante la interpretación– al conocerse, conocerá el mundo en el que vive, el mundo que necesariamente habrá de interpretar.
Es esto lo que en la filosofía de Heidegger y de Gadamer se conoce como circulo hermenéutico; del cual se desprenden dos movimientos: uno, todo conocimiento implica una interpretación y dos, la realidad es concebida como lenguaje.
Es en éste periodo donde surge en oposición a Gadamer la Hermenéutica analógica como una postura, que si bien acepta el carácter relativo de las interpretaciones, rechaza que éste sea un proceso que carezca de finitud, lo que nos dice que ésta propuesta no es más que una postura filosófica, que si bien reconoce la relatividad de la interpretación, no acepta interpretaciones infinitas.
M. Beuchot comienza retomando el término comprensión, mismo que de alguna manera -subjetiva digamos– reinterpreta. Para Beuchot, la comprensión es un término que en el fondo arropa mucho más de lo que nos deja ver a primera instancia, ya que en él se encuentra lo dicho, lo hecho y lo escrito, y esto lo logra sin hacer de lado la cuestión histórica del hombre.
Para entender esto habría que retomar de manera sistemática la hermeneia Aristotélica, en la cual se dice que interpretar no es más que una expresión lingüística de símbolos y sonidos que cuentan en sí mismos con una universalidad. Aunque ante ésta tesis en que se entienden las cosas por dadas o hechos en sí, podríamos citar una tesis Nitzscheana, que nos dice que no hay hechos sino meras interpretaciones de los mismos; y que mediante estas interpretaciones podemos ver más de lo común que hay en ellos, se logra ver una ontología-hermenéutica; que nos remota el término hechos interpretados.
La hermenéutica analógica de Beuchot identifica lo onto-hermenéutico como el sentido que admite varias corrientes de pensamiento a las que otros le habían cerrado el camino; esto ya sea dentro del univocismo o equivocismo. Con esto se logra que la hermenéutica se abra de manera completa a la metafísica, o de una manera más concreta a una metafísica analógica; misma que se identifique con el romanticismo y el positivismo del s. XIX; o dicho de otro modo, con el univocismo- equivocismo.
Con lo que se concluye que la hermenéutica analógica es una propuesta que sostiene tres tesis importantes:
1. Hace posible un conocimiento racional que si bien no es totalmente unívoco, no se destruye en la vorágine de lo equívoco.
2. Nos hace conscientes de la finitud propia del ser y el conocer humanos.
3. Integra dualismos que hacían imposible una confluencia y un diálogo en torno a diferentes problemas filosóficos, científicos y humanísticos.
Siendo así, no queda más que decir que la hermenéutica analógica nos proporciona las herramientas necesarias para poner límites –relativos– a la serie de interpretaciones que pretendan ser totalmente unívocas o totalmente equívocas, permitiendo a su vez, que a través de dicha analogicidad podamos establecer vías de comunicación y de comprensión de ciertos problemas filosóficos.