Llegó nuevamente el día en que, prácticamente, todo el mundo occidentalizado, celebra el nacimiento del hijo de Dios. Este año me viene la fecha con nuevas complicaciones. Mi hijo, a quien he decidido educar fuera de las normatividades religiosas, empieza a preguntar cosas que escucha en su escuela, frases aprendidas que no dicen nada. Su madre y un servidor, pues le respondemos con la naturalidad con la que siempre respondemos cualquiera de sus preguntas: Que es un día en que fuera de cualquier cosa, sirve de pretexto para reunir a la familia, muchas veces distantes, pero que primordialmente, es un día en que puede disfrutar de sus papás como cualquier otro. Que los regalos que recibe, se los damos nosotros, sus padres, sus abuelos, sus tíos y no esperamos a que amanezca con la luz del 25 de diciembre, para que encuentre regalos sorpresivos debajo de un árbol, previamente adornado.
En la casa de un servidor, esas cosas no existen, digo los árboles, las luces, el nacimiento o los adornos de Coca Cola, perdón, de Santa Claus, disculpen ustedes, cosas del departamento de marketing. Aunque los conflictos no son esos, como ya lo dije, al final mi hijo sabe perfectamente de quién son los presentes que recibe y que no hay ningún motivo detrás ni delante de ellos, que todo el amor que le tenemos. Para él, estas fechas no son fiestas, puesto que en cada oportunidad que hay, recibe obsequios, validados en que a su madre y a mí se nos da la gana, y nada más. Las dificultades se presentan cuando, ya una vez en la fiesta, llegan los primos y preguntan “¿qué le pediste al niño Dios?” y mi hijo con su desfachatez natural responde: ¿A quién?, -pues al niño Dios, él es quién nos trae los regalos –apuntan los primos incrédulos. Mi hijo, se limita a decir que los regalos se los dan sus papas y nada más. Luego se acercan a mí, los parientes y me ven con cara de loco y de sacrílego fariseo.
En la casa de un servidor, esas cosas no existen, digo los árboles, las luces, el nacimiento o los adornos de Coca Cola, perdón, de Santa Claus, disculpen ustedes, cosas del departamento de marketing. Aunque los conflictos no son esos, como ya lo dije, al final mi hijo sabe perfectamente de quién son los presentes que recibe y que no hay ningún motivo detrás ni delante de ellos, que todo el amor que le tenemos. Para él, estas fechas no son fiestas, puesto que en cada oportunidad que hay, recibe obsequios, validados en que a su madre y a mí se nos da la gana, y nada más. Las dificultades se presentan cuando, ya una vez en la fiesta, llegan los primos y preguntan “¿qué le pediste al niño Dios?” y mi hijo con su desfachatez natural responde: ¿A quién?, -pues al niño Dios, él es quién nos trae los regalos –apuntan los primos incrédulos. Mi hijo, se limita a decir que los regalos se los dan sus papas y nada más. Luego se acercan a mí, los parientes y me ven con cara de loco y de sacrílego fariseo.
En esta ocasión me limité a preguntarles -¿Cómo le hacen, ustedes los católicos, para decirle a un niño que un día el niño Dios, el mismo hijo del Jefe de Jefes, le trajo regalos a él, porque lo considera un niño especial, y le cuentan la historia de un carpintero superpoderoso que murió de una manera atroz; y hay quién se atreve a sentarse a ver ese día la película de Jesus Chainsaw Masacre, perdón, La Pasión de Cristo no más para que el escuincle no sea malagradecido, así dicen: malagradecido (puta madre)... Total, ya me desvié, la duda es, ¿Cómo le hacen para explicarle a ese niño, ya una vez que compró la idea del carpintero, qué siempre no existe? Y no sólo eso, sino que lo mantuvieron engañado no se cuantos años con la cantaleta de que lo observaba detenidamente y que si no se portaba bien, se lo cargaba el payaso y se condenaría al lago de azufre, al crujir de dientes, a la eterna obscuridad. Y luego se preguntan porque los hijos no confían en los padres, si desde que nacieron no los bajan de estúpidos que todo lo creen, les llenan la cabeza de culpas y paranoias y después esperan, por la obra y gracia de su invención –es decir, Dios- que surjan personas equilibradas. NO MAMEN. En serio, no mamen. Claro que la cara que me pusieron mis parientes, jajaja, ya se imaginan, se cagaban los pobres: ¿que pueden decir?
Aclaro, yo no me meto con las creencias de nadie, ni afirmo o niego la existencia de un Dios, bueno la neta si la niego, pero en mi vida, tan sólo porque carece de sentido y no me resulta funcional; hay a quién sí le resulta, pues felicidades y no es ironía, es en serio. No me refiero a la creencia de nadie, me refiero a ese Dios que da regalos, ese es un invento de los padres, una tradición que empezó, a manera de representación, donde los hijos, eran vistos como el hijo de Dios y los padres como los Reyes que ofrendaron bendiciones al recién llegado. Pinches Megalomanos, ver a su hijo como el hijo Dios, ni el papá de Mozart creía esas mamadas, pero bueno. Total, que todo este desmadre, se arraigó tanto, que todo el mundo compró la mentira y ahora es parte del inconsciente colectivo, madres inconsciente colectivo, sí, que pedo, ya sueno como el pinche Jung; y ultimadamente ya me harté, espero hayan cenado muy rico, se la hayan pasado poca madre con su familia, que gocen de salud y todo lo demás, es cosa suya… llévensela leve, que todavía queda la peda del fin de año.
1 comentario:
Jojojo... Me encanta tu discurso, la pasión que le pones, lo bonito que lo dices. Te imagino con la cara de Gael García Bernal-con su acento, claro- declamando ante la multitud.
En serio, me gusta mucho tu blog, tus blogs. Son muy impactantes.
Gracias.
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