El cine es novela y el cuento fotografía, esa es mi visión, en el cine al igual que en la novela, desfilan ante nosotros una serie de elementos que nos brindan una imagen absoluta de una historia cualquiera, incluso esas películas de Linch donde nadie sabe que demonios esta pasando. El cuento, de ahí mi afición por este género, es una fotografía, una hermosa fotografía, un instante congelado de la vida de alguien, tal vez uno mismo, se tiene que adivinar los gestos, suponer el camino andado hasta ese momento en que, caminando por la calle o metidos en el subte, nos encontramos de frente con ese fragmento de realidad. No me quiero meter en demasiados problemas, solo que en estos días me detuve a pensar en lo que escribiría para este espacio esta semana, le dí vueltas a un par de temas, hasta que, literalmente perdiendo el tiempo en la red, recordé un pequeño cortometraje francés que vi hace unos años en un festival de cortometrajes y pensé, que dentro de mi forma comparativa de entender las cosas, el cortometraje me sigue resultando inasible, y más cuando logran desconcertarme de esta manera. Una historia de belleza pocas veces vista, de un humor inesperadamente negro y con un par de actuaciones brillantes. Las más pura evidencia de que el talento no requiere tanto dinero, tan solo las ganas de contar algo y hacerlo.
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