Madrid, 15 de febrero de 1982.
Mucho te agradezco el envío de la fotocopia de parte de un libro tuyo en que se me nombra y se hace la crítica de la reiterada intervención de las dictaduras de nuestra pobre América en asuntos culturales y su libre expresión. También agradezco la versión de tu Número 185 Abril de 1982 con referencia radial y los muchos elogios que ella contiene y que, sinceramente, no sé si los merezco. Personalmente, considero un poco absurdo que se haya fraguado una fricción Paz-Onetti. Ignoro qué versiones te llegaron de mi intervención en el jurado para el Premio Cervantes del año 1981. Quiero decirte algunas verdades que son definitivas porque las escribo bajo palabra de honor.
Cuando integré el jurado en el último Premio Cervantes supe de inmediato que ya te estaba adjudicado. Luego del fallo asistí a una conferencia de prensa en la que me extendí elogiosamente sobre tu intento, siempre vano, de explicar qué es México y los esfuerzos que tú habías hecho mediante tus libros para también decir a nosotros, hispanoamericanos, y tal vez resolver, el problema llamado México. Acaso pasados algunos siglos esa actual gigantesca confusión pueda alcanzar límites respetables de claridad. En esa conversación con periodistas, puedo asegurarte y reiterar que expresé con admiración la calidad de tu obra. Luego de la conferencia un grupo de aprendices de periodistas, siempre jóvenes y simpáticos, me acorralaron asegurando que se veía en mis ojos que yo había votado por Alberti. Un año atrás, tal vez los mismos periodistas me preguntaron que si yo hubiera sido miembro del jurado, por quién habría votado. Les contesté, y espero que también de esto te hayas enterado, que hubiera votado por Octavio Paz. Considero y consideré que tu obra era más importante que la mía porque tú te habías dedicado, con extraordinaria inteligencia y voluntad de comprender, a los problemas de esa tan diversa América en que nacimos. Lo mío no era, y espero que lo siga siendo, nada más que un conjunto de obras de ficción en que lo único que me interesaba era mi yo enfrentado y tal vez unido a las peripecias de muchos personajes que la vida me impuso o que acaso yo haya imaginado. Creo que con esto queda disuelto todo mal entendido que haya llegado a tu país.
Ratifico, sí, que cuando los chicos aludidos me rodearon y acribillaron con preguntas, les dije que mucho lamentaba tu actual inclinación hacia la derecha y tu saludo radial a un buey paranoico y esquizofrénico que se ha metido en una tienda de porcelana. Bien sabesa quién me refiero; y les expresé a los muchachos que mucho temía que Octavio Paz elogiara algún día al sargento Haig. Eso y exclusivamente eso es lo que ha motivado sin duda tu reacción que sigo considerando amistosa. Comprendo, tal como lo comprendí en su tiempo, que te haya dolido la incautación que realizaron sub-intelectuales comunistas de tu revista Plural que fue durante muchos años la mejor publicación literaria que se haya hecho en nuestros países y hoy es un pasquín dirigido por los comisarios del partido comunista. Esto explicaría, tal vez, ese cambio, para mí triste y sorprendente, de varios importantes escritores americanos que un día fueron jóvenes -la apasionada juventud de los veinte años- y que ahora no tienen reparo en escribir y confesar su acomodo, su deseo de acomodo bajo las alas, desgraciadamente siempre poderosas y llenas de cariño, del imperialismo contra el cual, en un tiempo pasado, tanto tú como yo hemos luchado sin lograr buen éxito. Nunca hubo amnesia: sólo ignorancia de lo que habías escrito y dicho sobre el abajo firmado.
Queda otro aspecto. Recuerdo haber dicho a los jóvenes periodistas que consideraba tu poesía admirable y tan emparejada con la de Borges pero, para mi pobre sentido crítico, era, como la otra, en exceso hermética y cerebral. Querido Octavio, los tiempos cambian y los años pasan. Como tú sabes, ya estoy viejo y mucho le temo al frío. De todas maneras haré lo posible para abrazarte con motivo de tu consagración el próximo 23 de abril.
Juan C. Onetti
1 comentario:
Inédito imagino
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