La vida, como la malévola criatura que es, parece que siempre ha gustado de hacernos creer que vivirla resulta divertido, que vale la pena, dicho en un sentido práctico. Quizá esto lo hace con la finalidad de que entremos en su juego de estafas y absurdas artimañas, en ese laberinto Pavloviano de condicionantes y determinantes, de falsas libertades, de ideales delimitados. Aún no me he dado el tiempo de sentarme a reflexionar, al menos por un minuto, cómo llegué a este punto en que me he desencantado de todo. Tal vez llegará el momento en que sin duda alguna me encontraré frente a frente con ésta angustia que he logrado recluir en esas áreas oscuras del pensamiento, aquellas que seguramente un psicólogo con el suficiente buen colmillo no despreciaría –por el morbo que en cada uno de estos seres habita y que gustan de enmascarar de “buenas intenciones”– escudriñar. No obstante, siempre me he regodeado de la innata capacidad que tengo para escabullirme de esos diablillos que siempre sugieren una apretadita de tuercas. Además ¿Por qué razón habría yo de querer entablar relación con mi yo interno? ¿Qué acaso no basta con saber que este yo que vive, esta ya, demasiado cercenado como para seguir perforándolo con clavos de lamentos con olor a falsos arrepentimientos? ¿No he disfrutado de ser todo un malviviente, degenerador de gentes de buena monta, claustrofóbico del mundo, canalla de postgrado, y cualquier otro atributo que se le quiera bien infundar a mi persona, como para encima, caer en cuenta de que en algún lugar dentro de mí, habita un paria diez veces más corrompido que yo? Sería como pretender que todo tiene arreglo, que las cosas de un momento a otro se solucionaran, que esta carcomida existencia despegará del asfalto en el que se encuentra incrustada… ¡a la mierda con esas malditas ganas de vivir!, si no me he suicidado es porque tengo la certeza de poder hacerlo cuando se me da la maldita gana, entonces ¿cual sería la razón para apresurar la única satisfacción que me queda? Con la excepción de algunos cuantos, todos los pseudo-intelectuales que me rodean, son una plaga, parásitos, estúpidos petulantes que pretenden realizarse, atándose, creando múltiples apegos que no producen otra cosa en mí, que fortalecer las ganas que tengo de vomitar en ellos, en sus apegos. Dan ganas de saltar sobre ellos y molerlos a palos, por sus ridículas ganas de ser alguien, por pretender que con el paso de los años la gente madura y adquiere un status que debe perpetrar hacía un ciclo cósmico de inacabable putrefacción, y que en dicha podredumbre radicará la llave que nos abrirá en cualquier momento las puertas del la gloria. Materialistas ignominiosos, caguengues chovinistas de aparador que creen que algún día saldrán ángeles de mármol de su inmundo culo. Cada vez el mundo se llena de más mierda, el arte es mierda, los valores, y las morales se han vuelto mierda, la sociedad se ha convertido en mierda, el ser humano se ha transformado en un cerdo coprófago. Los animales tienen más sentido de la estética que nosotros.
El ser humano es la perdición de todo sentido natural, de todo sentido del devenir… de todo verdadero crecimiento. Me siento más apegado a la tierra, a la naturaleza, a ese ciclo que nos permite re-crearnos, re-nacer, re-surgir. Es como si supiera cada quien en donde es ese lugar al que verdaderamente pertenecemos, como si todos y cada uno de los pasos que damos a lo largo de nuestras vidas, cobraran una forma geométrica que todos conocemos, que esta impresa en nuestras mentes, pero que hemos olvidado. Es necesario volver a ser parte de esa forma primigenia, de re-unirnos con esa fuente mística que permite que “seamos”, para encontrar nuestra verdadera y única individualidad. Podemos quizá evadir esa obligación que nos ha sido conferida y seguir pernoctando en este lugar sin siquiera llegar a sentirnos parte de él. Podemos seguir en la apatía, podemos dejar que la pereza supla nuestras obligaciones, podemos dejar que la decidía invada nuestros pensamientos, podemos “elegir” llevar una vida de esteta, sin olvidar jamás, bajo ninguna circunstancia, que esto conlleva una gran responsabilidad. Debemos tener muy presente que elegir, no elegir, también es una elección.
Bienvenidos sean a este mundo intolerante.
3 comentarios:
Vaya, estamos en sintonía, para variar :)
Elegir, no elegir, también es una elección...
Me encanta tu blog!^^
Este post está bien motherfucking perrón.
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