Y ahí estaba de pronto esa niña. Parada en medio de la calle vacía. Ahí estaba nuevamente, con su vestido azul y su paleta de colores. Sus cabellos rubios y rizados estaban inmóviles. Sus grandes y redondos ojos verdes no se cerraban. Ahí estaba parada en medio de la calle. Cobijada por un silencio desgarrador, melancólico. Sola, parada en medio de la calle de pronto, con su vestido azul.
Y un payasito la mira sonriente desde el otro lado de la calle con su traje plateado de mangas azules. Las mangas tienen estrellas plateadas y el traje bolitas azules. Sus cabellos rojos y esponjados tampoco se mueven. Sus grandes y redondos ojos rojos tampoco se cierran y no deja de sonreír. Envuelto en un velo de misterioso terror petrificante. Solo, parado del otro lado de la calle con su traje de colores mira a la niña.
Y en medio de este silencio se quieren y caminan hasta encontrarse en el centro de una habitación blanca, y se quieren. Sonríen. Y bailan juntos por horas una canción no aprendida, con pasos nunca vistos. Y ella lo toma de sus brazos y lo abraza. Sus brazos sin manos. Sus manos que no dejan de emanar un torrente de sangre sin fin. Y ella baila y canta debajo del torrente. Feliz baila y canta. Y bebe su sangre que no es sangre sino jugo de arándano. Y canta y baila y bebe su jugo. Y él se divierte viendo a la niña con su vestido que ya no es azul sino púrpura y la invita a beber de su propio jugo de arándano en el centro de un cuarto negro y tranquilo, donde ahora el pueda bailar y cantar debajo de un torrente sin fin hasta que no existan más ellos ni quien observa estos hechos.
Y un payasito la mira sonriente desde el otro lado de la calle con su traje plateado de mangas azules. Las mangas tienen estrellas plateadas y el traje bolitas azules. Sus cabellos rojos y esponjados tampoco se mueven. Sus grandes y redondos ojos rojos tampoco se cierran y no deja de sonreír. Envuelto en un velo de misterioso terror petrificante. Solo, parado del otro lado de la calle con su traje de colores mira a la niña.
Y en medio de este silencio se quieren y caminan hasta encontrarse en el centro de una habitación blanca, y se quieren. Sonríen. Y bailan juntos por horas una canción no aprendida, con pasos nunca vistos. Y ella lo toma de sus brazos y lo abraza. Sus brazos sin manos. Sus manos que no dejan de emanar un torrente de sangre sin fin. Y ella baila y canta debajo del torrente. Feliz baila y canta. Y bebe su sangre que no es sangre sino jugo de arándano. Y canta y baila y bebe su jugo. Y él se divierte viendo a la niña con su vestido que ya no es azul sino púrpura y la invita a beber de su propio jugo de arándano en el centro de un cuarto negro y tranquilo, donde ahora el pueda bailar y cantar debajo de un torrente sin fin hasta que no existan más ellos ni quien observa estos hechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario