miércoles, 30 de noviembre de 2011

Aquí andamos...

Cómo se ha empolvado éste sitio... lo digo con mucha nostalgia. Ha pasado el tiempo desde que le podía dedicar unas horas a la semana a pensar lo que podría compartirles. Pero la verdad es que desde hace bastantes días mi vida se ha visto envuelta en un torbellino de decadencia inexpugnable y no menos inhóspita. La crisis de mis 31 años, las complicaciones familiares usuales, las páginas en blanco. Aunque debo decir que no he estado del todo inactivo, sólo distante. He estado escribiendo bastante y creo que pronto tendrán noticias de ese trabajo. Por supuesto inundado de mis héroes de siempre, que ustedes, los que se pasean por aquí en sus ratos de ocio ya conocen de sobra: Córtazar, Paz, Bórges, Arreola, etc., Ensayos y ensayos sobre la obra de estos grandes. Además estoy sumido en una novela que con cada página que escribo me explota en la cara nuevas sorpresas. Esa novela en parte es responsable de mi aislamiento. Me volví romántico con ella, desarmé mi computadora y saqué del ropero mi empolvada máquina de escribir Olivetti Lettera, desempaqué mis vinyles, cambié de marca de cigarros a unos más baratos y empecé a consumir vino en tetra pack, jajaja. Vendí mi IPod y mi celular y me estoy entregando a una vida más hedonista. Estas palabras las escribo desde un cyber café que no tiene café y que además el servicio es malo. No importa, lo que quería era retomar un poco el tono de las primeras entradas de hace ya tres años. Más holgado, desenfadado y sí, irresponsable (cómo si yo fuera propiamente responsable con lo que digo o escribo). Aquí sigo, no he muerto, sólo me estoy tomando unas vacaciones de toda tecnología para adentrarme de lleno y dejar los pretextos esquivos que me impiden dedicarme solamente a escribir. Y ustedes, los que siguen con cierta regularidad estas páginas virtuales ya sea por aburrimiento o porque de plano encontraron en las palabras que salen de las falanges de un servidor cierto valor, no abandonen, aquí andamos y pronto estaré por acá de lleno cómo en días pasados.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Jean Arthur Rimbaud - Noche del Infierno


He bebido un enorme trago de veneno. ¡Bendito tres veces el consejo que ha llegado hasta mí! Me queman las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me vuelve deforme, me derriba. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la pena eterna! ¡Ved cómo se alza el fuego! Ardo como es debido. ¡Anda, demonio! Yo había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¡Pero cómo describiría mi visión, si el aire del infierno no soporta los himnos! Eran millones de criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?
¡Las nobles ambiciones!
¡Y esto sigue siendo la vida! ¡Si la condenación es eterna! Un hombre que se quiere mutilar está bien condenado, ¿no es así? Yo me creo en el infierno, luego estoy en él. Esto es el catecismo realizado. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, habéis hecho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! El infierno no puede atacar a los paganos. ¡Esto sigue siendo la vida! Más tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen, pronto, y que caiga yo en la nada, según la ley humana.
¡Pero calla, cállate! ... Aquí están la vergüenza, el reproche: Satán que dice que el fuego es innoble, que mi cólera es espantosamente estúpida. ¡Basta! ... Son errores que me susurran, magias, perfumes falsos, músicas pueriles. -Y decir que yo poseo la verdad, que veo la justicia: tengo un juicio sano y firme, estoy a punto para la perfección... Orgullo-. La piel del cráneo se me deseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. ¡Tengo sed, tanta sed! Ah, la infancia, la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando en el campanario sonaban las doce... a esa hora el diablo está en el campanario. ¡María! ¡Virgen Santa!... Horror de mi estulticia.
Allá lejos, ¿no hay almas honestas que me quieren bien?... Venid... Tengo una almohada sobre la boca y ellas no me oyen, son fantasmas. Además, nadie piensa nunca en los otros. Que no se me acerquen. Es seguro que huelo a chamusquina. Las alucinaciones son innumerables. Esto es de veras lo que me pasó siempre: ninguna fe en la historia, olvido de todos los principios. Me lo callaré: Poetas y visionarios se pondrían celosos. Yo soy mil veces más rico, seamos avaros como el mar.
¡Ah, es eso! El reloj de la vida se ha detenido hace un momento. Ya no estoy en el mundo. La teología es seria, el infierno está ciertamente abajo -y el cielo arriba-. Éxtasis, pesadilla, sueño en un nido de llamas. Cuántas malicias para atender los campos ... Satán, Fernando, corre con las semillas silvestres... Jesús camina sobre las zarzas purpúreas, sin doblarlas... Jesús caminaba sobre las aguas irritadas. La linterna nos lo mostró de pie, blanco y las crenchas brunas, en el flanco de una ola de esmeralda ... Voy a descorrer el velo de todos los misterios: misterios religiosos o naturales, muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Yo soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchad! ...
¡Yo tengo todos los talentos! Aquí no hay nadie y hay, alguien: no querría derrochar mi tesoro. ¿Queréis cantos negros, danzas de huríes? ¿Queréis que desaparezca, que me hunda en busca del anillo? ¿Lo queréis? Fabricaré oro, medicamentos. Fiaos en mí, la fe consuela, guía, cura. Venid, todos, hasta los niños pequeños, para que os consuele, para que se prodigue en vosotros su corazón, ¡el corazón maravilloso! ¡Pobres hombres, trabajadores! No pido plegarias; con sólo vuestra confianza, seré feliz.
Y pensemos en mí. Esto hace que añore poco el mundo. Tengo la suerte de no sufrir más. Mi vida fue sólo una serie de dulces locuras, es lamentable. ¡Bah! Hagamos todas las muecas imaginables.
Decididamente, estamos fuera del mundo. No más sonido. Mi tacto desapareció. ¡Ah! mi castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Las tardes, las mañanas, las noches, los días... ¡Si estaré cansado! Yo debería tener un infierno para mi cólera, un infierno para mi orgullo, y el infierno
de las caricias; un concierto de infiernos. Me muero de cansancio. Esto es la tumba, voy hacia los gusanos, ¡horror de los horrores! Satán, farsante, tú quieres disolverme con tus hechizos. Yo reclamo. ¡Yo reclamo un golpe de tridente, una gota de fuego! ¡Ah, subir de nuevo a la vida! ¡Poner los ojos sobre nuestras deformidades! ¡Y ese veneno, ese beso mil veces maldito! ¡Mi flaqueza, la crueldad del mundo! ¡Dios mío, piedad, ocultadme, me siento demasiado mal! Estoy oculto y no lo estoy. Es el fuego que se alza con su condenado.