Al escribir esta frase, me sobresaltó la palabra vacío. ¿Por qué esta palabra, esta idea de oquedad en la realidad, nos asalta diariamente? Nuestra época está henchida de acontecimientos; pasan muchas cosas, demasiadas y todas ellas atroces. Esta riqueza de acontecimientos, esta avalancha de catástrofes, ¿no nos habrá deshumanizado, insensibilizándonos? Pasan muchas cosas, es verdad; y, por otra parte, la gente sigue amando, llorando y riendo; los árboles crecen, el azul del cielo canta aún como antes y el agua, el vino y todos los dones de la tierra siguen dándose. Se muere un poco más que antes y no en la cama, sino con los zapatos puestos. Se combate más que nunca y hemos contemplado -y participado- en muchas luchas que creíamos -y que lo son, sin duda- decisivas. Y sin embargo nos sentimos huecos y lo que hacemos, con todo el fervor de que somos capaces, de pronto se nos aparece como inútil y sin verdadero designio.
Y no nos queda el recurso de decir que somos el sueño de una divinidad y mucho menos de una anónima voluntad vital. Desterrados del cielo y del infierno, la tierra, único paraíso que se ofrecía a nuestra avidez, ha perdido toda su seducción. Si antes se renunciaba a la tierra por el cielo, por un ansia de vivir, ahora somos unos desgarrados gozadores, unos escépticos sufridores. Poblados por fantasmas, nada de lo que nos mueve, si lo juzgamos hondamente, nos importa. nada queremos y sólo el terror a la muerte y una obscura esperanza nos hace vivir maquinalmente.
Octavio Paz.